Carolina Marín Guevara
Aquiles Báez siempre fue músico, artista, contador de historias, maestro, amigo de amigos. Cumplía años cada 29 de febrero. Inventó excusas todas para nutrir su alma y la de quienes lo escuchaban gracias a la música venezolana. El cine, el teatro, la danza fueron parte de las plataformas para las que compuso especialmente. También escribía, no solo música, sino sobre música como articulista.
Sin duda, la música popular, de nuestras raíces originarias fue la que más le interesó conocer y difundir por el mundo. Y en eso andaba cuando su corazón marcó el “tempo” que le otorga el universo como partitura infinita.
La calle, el alma de las personas, la esencia de las culturas, sumaron un gran oído que es el sonido, la guataca que nos identifica en sus cuerdas, las de la guitarra o las del cuatro venezolano. A Aquiles Báez le gustaba armar guatacas, invadir ciudades con artillerías de cuerdas, teclas, cueros y voces. Ideó subterfugios para juntar a músicos, cantantes y público, en el deber ser del arte. Parte de ellos, fueron las Noches de Guataca, festival con el que recorrió Venezuela, varias ciudades del continente y hasta por la vía digital.
Es inmenso como músico y como hombre y así será. Contador de cuentos y anécdotas antes y después de cada tema interpretado, con un humor de gente inteligente y cautivador. Compone canciones para que otros canten, aunque también le había dado por hacerlo él mismo. Es posible que no se sepa mucho, pero Aquiles Báez también fue bailarín de danza contemporánea mientras tocaba en vivo con su guitarra. Le encantaba compartir sus saberes a través de clases magistrales, comunicar también fue su don.
Grabó y produjo discos propios y también impulsó el trabajo de otros, por muy desconocido o naif que a otros les pareciera; no hubo un sarao o parranda en la que Aquiles gustoso no participara. Como líder, Aquiles posee diecisiete discos con su nombre, más de 200 grabaciones discográficas con otros artistas, además de participaciones en conciertos con figuras de la música como: Aquiles Machado, Paquito D’ Rivera, Farred Haque, John Patitucci, Ilan Chester, Marco Granados, Simón Díaz, Dawn Upshaw, Richard Bona, Luisito Quintero, Ed Simon, Mike Marshall, Oscar Stagnaro, Lucia Pulido, Carlos Aguirre, Raúl Jaurena, Giora Feidman, Ensamble Gurrufío, Nana Vasconcelos, Mariana Baraj, Worlds of Guitars, Luciana Souza, entre otros.
Por esta vida auténticamente dedicada a la música fue merecedor de importantes reconocimientos, nacionales como el Premio Nacional del Artista por sus composiciones, e internacionales, llegando Best Latin Album en los Independent Music Awards o el Berklee College of Music, donde estudió y también fue maestro.
En todos sus conciertos comenzaba Báez con el tema “A mis hermanos”, “este tema es de un gran compositor venezolano: Aquiles Báez”, siempre decía. Tuvo un hermano morocho, cineasta, Gustavo, amigo risueño, feliz, ocurrente quien partió antes y de allí esta ofrenda.
En sus arreglos la melodía de su guitarra se unió siempre con los ritmos caribeños, con la percusión afrovenezolana o latina. Se paseó por las costas, los llanos, la urbe, recordó siempre las fiestas de nuestro folclor, y un gran “Aguacero”, su tema que honra la negritud de nuestros mares junto con “Así dice mi negro”, regalaba la parranda. Siempre sus conciertos navideños eran un regalo y un ritual.
“Lo que más me gusta en la vida, es componer”, decía siempre Báez. En sus conciertos se notó su humildad como músico, siempre alabando a sus acompañantes, compartiendo, riendo en complicidad y haciendo que la música obtenga su mágica luz propia. “Como ser humano soy complejo, mi música es ese reflejo de la compleja sutileza de estar vivo. Camino viendo, observando y de eso se llena mi música”, nos dijo alguna vez en una entrevista.
Las composiciones de Báez pueden pasar de una melodía suave para la guitarra a un ritmo de 7 x 8, rápido, exigente, de nuestras raíces ancestrales. “El siete en la música tiene una connotación mágica”, dice Báez. “Esta pieza la hice en ese formato, en siete, preguntándome qué puedo hacer con esa métrica, busqué el significado del siete en hebreo y me pareció muy bonito tomar la letra del alfabeto hebreo, zayin, y me puse a jugar con ese tempo, del siete en la creación”, refirió durante un concierto al que asistimos.
A Báez le interesa expresarse con armonías algo sofisticadas y fusionar con elementos rítmicos que creen un sonido latinoamericano. “La despedida”, tema del disco “La noche del morrocoy azul” (1988) escrito por Aquiles Báez acompaña estas líneas que honran la memoria de un músico excepcional. Queda pendiente también darle vida a la Casa Azul de su niñez.
Cuando se vive un viaje musical como el de Aquiles Báez en la vida y en el para siempre, solo es justo decir, muchas gracias por tu vida.