lunes, abril 28, 2025
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Aeropuerto; por Marbella Díaz Wever

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Marbella Díaz Wever

Corrían los años 70, las carteleras Hollywoodense se iluminaban frente al estreno del gran film Aeropuerto’70, película basada en la novela homónima de Arthur Hailey, el comienzo de un género de desastres aéreos, filmándose posteriormente otros con tecnología de avance como Aeropuerto’75, Aeropuerto’77 y Aeropuerto’79.
Por cierto, siendo niña ví junto a mis padres uno de ellos en el extinto autocine Guaicamacuto ubicado en la playa Quizandal de Puerto Cabello.
¡Qué tiempos aquellos!
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A pocos días que el año 2022 baje el telón, comparto una emotiva experiencia vivida el 24 de diciembre en horas de la tarde, cuando acudí al Aeropuerto de la ciudad de Valencia “Arturo Michelena”, a la búsqueda de una encomienda.
La vivencia se convirtió en relato, película vivida por muchos venezolanos, aún sin llegar a la pantalla grande.
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Los venezolanos somos seres folclóricos, auténticos en nuestras tradiciones y creencias, nos hemos valido de nuestra resiliencia en los momentos difíciles, tanto a nivel político, social y económico, hemos sido jocosos de las penas y penurias, lo que nos ha tocado padecer en los últimas décadas.
Creemos en lo sobrenatural, en lo mágico, en los mitos y en los ritos, ejemplo de ello, pasear las maletas el 31 de diciembre a las 12:00 p.m. en pleno cañonazo, como premonición de viajar durante el año venidero, hasta ponernos ropa interior amarilla a estrenar como alegoría a la prosperidad, abundancia y buena suerte.
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Muchas han sido las imágenes captadas por los modernos celulares al piso del Aeropuerto Internacional de Maiquetía Simón Bolívar, obra: “Cromointerferencia de color aditivo”, de nuestro insigne maestro cinetista Carlos Cruz-Diez, asentada en 1978 como símbolo del venezolano que emigra.
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¿Cuántas huellas y pisadas han quedado como sombras, cenizas u hojas abandonadas en tal recinto?
El 24 de diciembre en la tarde, mis ojos tuvieron el privilegio de ver algunos reencuentros, abrazos, lágrimas de los viajeros que regresaban a la patria para compartir estos días de Nochebuena y Nochevieja con sus familiares, otros para nunca más regresar, entonces pensé, no todos pueden costearse un boleto aéreo para los encuentros, para escuchar “Ven a mi casa esta Navidad” o “Las 12 Uvas del Tiempo”, tampoco tienen la dicha de respirar nuestro aire, sentir el “Pacheco Navideño”, deleitarse con el pan de jamón, el dulce de lechosa, las hallacas, el ponche crema, el pernil, y el buen abrazo de los eternos amigos.
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La maleta se convirtió para el venezolano en la casa rodante, en el equipaje de las esperanzas, en una forma cuadrada o rectangular donde guardar los recuerdos, los años de infancia, juventud y adultez con más horas de vuelo.
El venezolano se convirtió en caminante, en piloto y en “navegao”…, en fin, en cada rincón del planeta hay una bandera tricolor con 7 u 8 estrellas y la letra del inolvidable Himno Nacional que hemos entonado desde la fila del preescolar hasta las marchas multitudinarias en favor de la democracia.
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Entonces vinieron a mi mente estas letras, recordé a mis padres, y dentro de todo me sentí dichosa…, a pesar de que muchas querencias están en otras latitudes, empezando por mi adorada hija.
Crecimos rodeados de inmigrantes, Venezuela fue un país pujante, gracias a hermanos con diversas culturas… y, me niego a pensar que el país en algún momento baje su telón para siempre. Ahora son los venezolanos un gran número de migrantes.
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Mientras tanto, las turbinas del avión se apagaban y comenzaban a descender los pasajeros con un morral, una maleta y bolsas de regalo, 23 kilos permitidos, queriendo traer de todo a sus familias.
Detrás del vidrio, los celulares encendidos, algunas flores, banderas, mascotas y pancartas de bienvenida.
Parada en un rincón del mismo, puse a volar la imaginación, ¿cuántos se han quedado en el camino antes de volver a la patria?, ¿cuántos han sido incinerados en otros países, tal vez a la espera de esparcir las cenizas en la tierra del petróleo?
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El esfuerzo, sacrificio y trabajo de muchos quedó resumido en una maleta…
Mientras aquí las casas vacías o casas muertas esperan por sus dueños, para que se les sacuda el polvo y vuelvan a prender sus luces.
No somos el mejor país del mundo, pero la sensibilidad humana del venezolano es única, quizás una mezcla privilegiada entre razas, indígenas, españoles, africanos, mestizos y criollos.
Aquí se quedaron colgados los títulos de muchos profesionales valiosos y los portarretratos llenos de moho tras el cierre de los hogares.
Familias fracturadas, parejas a la espera, hijos sin conocer a sus padres …, un tiempo que no espera porque la orfandad no tiene brújula.
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AEROPUERTO eres el lugar con el que muchos sueñan para volar y pocos pueden despegar; créanme amigos hay un momento en la vida que añora estabilidad sin tantos vuelos.
¡Cuán ácidas son las uvas de la espera!
Sequé mis lágrimas desde el rincón, se me aguó el guarapo…
Al recibir mi encomienda, sentí que el venezolano ha cambiado de olor, ojalá no cambie de pertenencia.
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Aeropuerto’22, cierro mis ojos y recuerdo que en casa me espera una hallaca para saborear, una gaita para escuchar y una nostalgia tatuada debajo de las estrellas.
¡¡¡Compai venga un abrazo…!!!

Feliz Año Nuevo 2023.

/MDW

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