martes, marzo 18, 2025
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Agüita de Babandí; por Marbella Díaz Wever

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Marbella Díaz Wever

En el tiempo de las abuelas era frecuente verlas tejer, coser, bordar, sacarle el filo a los pantalones o guayaberas a punta de plancha de “caja caliente” con compartimiento para el carbón o simplemente planchas de hierro con mango que calentaban en budares negros.

Era un privilegio observar a las abuelas, refugio y consuelo de muchas penas, levantarse con el canto del gallo para prender el fogón y hacer las arepas peladas para que la familia se alimentara.

Esas mujeres ancestrales, taciturnas, con una vela en la mano para alumbrar el camino eran guerreras y osadas pues parían desde la adolescencia, sin pensar en la responsabilidad de traer hijos al mundo, honrando la maternidad. Madres abnegadas, arrugadas y tostadas por el sol inclemente, el trabajo de la casa y el conuco, mujeres magas que pilaban el maíz y lavaban la ropa en la orilla de los ríos con una piedra en forma de mano cantando salmos y aves Marías, hijas de las mecedoras tejidas, de las hamacas y del café recién colado.

Así eran las abuelas. Dueñas del peltre, del útero y de la leche materna. Purificadoras del alma, doncellas de la siembra, estrellas que guían. Contadoras de cuentos, inmaculadas con crinejas, hacedoras de creencias para la tan deseada juventud eterna, mujeres medicinales y rezanderas para el mal de ojo con recetarios escondidos de brebajes, purgas, pócimas, hierbas, ramas y plantas para la atracción del sediento amor.

Fue así como en mi infancia, husmeando una tarde en la casona de una amiga de mi madre, escuché entre paredes nombrar el Agüita de Babandí en los labios de unas “abuelas” que encendían un tabaco, quedando intrigada y dudosa de tal expresión.

Indagando tiempo después para mis conocimientos y revelar el misterio, encontré que tal planta existe por los lados de Upata, donde es conocida y comercializada, sin embargo en la región central pareciera haber tenido su momento estelar desde centurias atrás.

El secreto de esta silvestre planta, de tallo largo y delgado se enraíza en suelos húmedos, confundiéndose muchas veces con otras especies, por lo que las generaciones ancestrales debieron tener ojo clínico para distinguirlas de otros bejucos.

Sin embargo, cuentan que en el siglo XIX cuando los negros antillanos de Martinica se internaron en la costa del Alto Caroní y del río Yuruari, descubrieron las propiedades afrodisíacas de tan ansiadas raíces al curtirlas con ron, aguardiente claro o agua mineral, dejándolas macerar.

Las “abuelas” afirman que muchos tomaron en secreto un sorbo de esta naturaleza para estimular la sed de amor y motivar la frigidez de entonces, de esa manera se escuchaba la algarabía entre las mujeres y los jolgorios entre los hombres.

A tal fecha dicen que hay viveros ocultos en tales poblados donde se venden por kilos las raíces, mientras los autóctonos extraen por encargo el Babandí en las montañas de la Piedra de Santa María.

Upata tiene fama de pueblo pintoresco y “bullero”, cuyos agricultores han bautizado el agua que mana de sus quebradas como “aliciente para la seducción”, ahhh, razón tenían aquellas abuelas, misias y maestras de la vida, que escuché de niña con su historia entre dientes, y no por haber probado tal “agüita”, sino por ser “águilas” y volar en sueños e imaginar que nuestra tierra definitivamente es bendita, pues hay ángeles que nos acompañan para honrar en el camino.

Este producto “sexy” no es un secreto sumarial descubierto ahora, pues las propiedades terapéuticas del Babandí están apuntadas en el texto de “Geografía Médica del Yuruari”, autor: Eduardo Oxford López; escritor, historiador y político.

Los hombres lo ingerían para ser más viriles y potentes, las mujeres para alcanzar el climax de la belleza y ser más sensuales.

En fin, el Agüita de Babandí no es alcoholado pingüino y en otras regiones se usa el término para referirse a los que andan “alborotados”.

Dedicado a ustedes abuelas, brujas, diosas y aventureras que cohabitan en nuestro ser, curanderas sabias, madres e hijas de un vientre bendito que respeto y admiro porque nos dejaron un portal de luz, porque fueron montañas, suelos y danzas en una naturaleza cíclica, con heridas y huellas pero que nunca se detuvieron siempre cumpliendo un merecido rol como consejeras, patronas de la gestación.

Gracias abuelas por dejarnos escuchar esta bebida consagrada.

Marbella Díaz Wever

Licda. Educación / Orientadora

Locutora UCV – Escritora

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