«La vida no vale nada si no es para perecer
porque otros puedan tener lo que uno disfruta y ama…
La vida no vale nada si ignoro que el asesino
cogió por otro camino y prepara otra celada…»
Dos estrofas de Pablo Milanés que pueden darle melodía a estas trágicas noticias que aún circulan del abominable crimen que truncara la vida a la Dra Nardy Mora; noticias que nos llaman a la reflexión ante la dura realidad que nos envuelve…
La vida no vale nada, en un país en el cual los parques se vacían y los cementerios se llenan; no vale nada la vida en un país como el nuestro, donde la violencia urbana y cotidiana tiene raíces estructurales relacionadas con la pobreza, la deserción escolar, el desempleo y la necesidad de supervivencia.
Pero se hace necesario no dejar a un lado los ejemplos que emanan de la violencia institucionalizada, la conducta ilegal, la ausencia de controles, y la carencia de protección social, así como la perpetuación de enclaves autoritarios… Donde los atavismos, conductas, actitudes y modelaje dejan como legado la absurda cultura de la muerte.
Y una vez más es menester recordarlo, el venezolano es violento porque sus contactos han sido violentados, sus necesidades negadas, las responsabilidades no asumidas desde su infancia.
La principal razón de que tantos venezolanos sean tan violentos radica en que han crecido, en un 80%, sin el padre, sin la madre, y en muchísimos casos, sin ninguno de los dos…