Marbella Díaz Wever
Hace muchos años cuando leí las novelas galleguianas, mi favorita fue La Trepadora.
Soñaba, y en mis fantasías jugaba con ser las hermanas Alcoy o Victoria Guanipa. Al poco tiempo RCTV, con un elenco inolvidable transmitió en horario vespertino, las novelas de Rómulo Gallegos; impelable fue ver la primera versión de La Trepadora en blanco y negro con recordados actores de categoría.
Era 1975, cuando José Ignacio Cabrujas e Isaac Chocrón se unieron para escribir un guión extraordinario, libreto basado en la novela homónima de tan célebre político venezolano y novelista, considerado el más relevante del siglo XX.
Los protagonistas principales de La Trepadora, fueron: Doris Wells, Oscar Martínez y Gustavo Rodríguez, hoy los tres en el plano celestial.
La transformación social que Gallegos refirió en La Trepadora (1925), relata la unión y ascenso de un hombre que nació de una infidelidad, forjando por sus propios medios su prosperidad y su destino.
Hilario Guanipa fue un Taita Machista, hijo ilegítimo del dueño y señor de Cantarrana, Jaime del Casal, creció bajo el odio y el orgullo, recibiendo el cariño de su madre, Modesta Guanipa, una mulata sumisa que llegó a dichas tierras para trabajar en la cosecha del café, entregando su amor al amo y viviendo condenada a las opiniones malsanas del puritanismo de una época de caudillos y barbarie.
Hilario Guanipa fue el prototipo de hombre audaz, valiente, de carácter recio, indiferente, con un corazón generoso, espíritu indomable, machista y lleno de furia.
Sólo una mujer pudo suavizar su estigma, Adelaida Salcedo, pariente de la esposa de su padre, mujer romántica, llena de ternura, que buscaba un hombre perfecto, topándose sin querer queriendo con un “matador” folclórico, poco apacible símbolo de la alianza de clases sociales.
Hilario Guanipa es el prototipo de un “Taita Machista”, macho machote e inculto, que se lleva por los cachos al propio miedo y los fantasmas, motivando los aires trepadores hasta alcanzar su propia conquista.
Este personaje requirió de una mujer dulce, introvertida, refinada, amante del piano, domadora pero sufrida por el adulterio de su esposo, guardando sus propios silencios y tristeza en el baúl de sus ancestros, siempre queriendo cambiar las actitudes de su marido.
De dicha unión nació una hija consentida, Victoria Guanipa, muchacha que en la adolescencia emigra a la capital para trepar en los círculos sociales con su belleza, alegría, inteligencia y encontrar el amor de su vida.
“Prefiero andar roto que remendado”, ésta expresión típica de nuestros refranes criollos, significa: “Solucionar los conflictos de una sola vez”, argumento de vida del “ícono” o “taita” machista.
Así como el llanero, en su inmensa sabiduría de campesino y labrador de tierra, cita: “Sobre los llanos, la palma, sobre la palma, los cielos, sobre mi caballo yo, y sobre yo, mi sombrero”.
“Negar que los refranes, proverbios, adagios y sentencias son en la vida nacional como el libro de filosofía del pueblo, es dejar de reconocer la enseñanza que la experiencia ofrece y entre las masas va de generación en generación”. (Santos Erminy Arismendi).
El machismo es producto de una pobre autoestima, de sentimientos de inferioridad hacia el propio YO, de un estatus social “orillado” y de prejuicios hacia sus propias raíces.
La Trepadora es una novela inspiradora, que define una sociedad de sangre trenzada producto del mestizaje entre el mantuano y la mujer mulata de origen indígena.
Lección para la mujer venezolana de hoy, quien a pesar de su desánimo, acaricia en sus manos la esperanza de cambiar con amor el sufrimiento callado y las heridas que preserva de la infancia.
Rómulo Gallegos nos encamina por la biografía de un hijo bastardo, que “joropea” sus amoríos montado a caballo.
No dudando que detrás del machismo yacen amores ocultos y alguna cría sin apellido.
“¡Jipa, ahí viene Hilario Guanipa”!…
Marbella Díaz Wever
Licda. Educación/Orientadora
Locutora UCV – Escritora