viernes, marzo 14, 2025
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Sonido de mujer; por Carolina Marín Guevara

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Carolina Marín Guevara

Fue muy difícil para las mujeres venezolanas y latinoamericanas en general, tener reconocimiento y una presencia significativa en el mundo del arte o de la música. La mujer fue considerada desde el punto de vista histórico, no solo en la Venezuela del siglo XIX y principios del XX, en lo político, social, cultural y hasta biológico, como un ser de capacidades intelectuales disminuidas. Se pretendió alejarla de la vida en el arte y debió estar recluida a la existencia doméstica, a la maternidad y el acompañamiento.

La educación para las niñas y jóvenes de clase media se basaba en resaltar la moral, religión, algunas materias formales como geografía o historia, otras cátedras complementarias como el baile y los buenos modales, que eran consideradas como una especialización. Para las niñas campesinas o de condiciones sociales desfavorables, no había acceso alguno a la educación.

Investigando sobre este tema, llamó mi atención que la educación musical, en artes plásticas o danza para niñas y jóvenes, comenzó a estar presente en los pensum de las escuelas públicas casi como una exigencia social. Las artes, y en particular la música, pasaron a ser algo que la mujer, debía cultivar con destreza suficiente para ser exhibidas como una forma de mostrar un grado de civilización del país en el contexto internacional.

La música como el resto de las artes era considerada como un entretenimiento, para mantener a las mujeres alejadas del ocio o de las pasiones desenfrenadas. Fue el expresidente, Antonio Guzmán Blanco, en su afán por modernizar el país y emular las virtudes de la educación francesa, quien creó el Instituto o Conservatorio de Bellas Artes en 1870 “para la enseñanza gratuita de la música teórica y práctica, el dibujo, la pintura y el grabado, la arquitectura y la escultura”.

Curiosamente, uno de los pocos trabajos remunerados que tuvieron las mujeres en esa época fue el de maestra de canto o piano. El siglo XIX, sobre todo en su segunda mitad, trae para la mujer venezolana importantes reformas educativas y culturales y podemos notar que están relacionadas con la música.

El gran salto lo da la pianista caraqueña, Teresa Carreño (1853), niña prodigio quien desarrolló una carrera prodigiosa que le permitió viajar por los 5 continentes. Años más adelante, María Luisa Escobar (1898), valenciana y también niña genial, fundadora del Ateneo, de la Asociación venezolana de autores y compositores (1947).

A partir de este momento, el sonido de mujeres músicos en Venezuela cuenta con importantes nombres, obras y espíritu para la docencia y la creación en diversos géneros musicales desde el folclor hasta la música académica, pasando por la pop en distintas manifestaciones.

Sigue siendo aún en la actualidad un camino distinto para las mujeres en la industria de la música, no en vano apreciamos mayor presencia masculina en los distintos escenarios. Sin embargo, el legado de estas primeras mujeres que llevaron la música a escenarios nacionales e internacionales, sigue siendo materia de estudio en escuelas de música y conservatorios de talla universal, a la par de obras musicales firmadas por mujeres que permanecen desconocidas.

Este breve artículo busca reivindicar la creación musical de las artistas venezolanas como un reconocimiento desde esta óptica a las mujeres en el Día Internacional de la Mujer.

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