¿A cuántos no les ha pasado que tienen una mala noche producto de un fuerte dolor? Estas situaciones siempre se presentan, cuando la persona tiene una dolencia, esta misma suele presentarse con mayor intensidad en las noches, justo en el momento de dormir, parece un chiste de mal gusto pero le ocurre a muchos, sin embargo ¿A qué se debe esto? En este artículo BBC lo explica.
Empecemos por el principio: ¿Qué es el dolor?
A todos nos ha dolido algo alguna vez -a muchos seguro que en este mismo momento-, por lo que no es un fenómeno extraño para nadie. Sin embargo, si tenemos que definirlo se comienza a complicar el asunto.
Tras numerosas modificaciones a lo largo de los años, la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés), acordó en 2020 acotarlo como «una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada o similar al daño tisular real o potencial».
Por tanto, el consenso actual es que es una experiencia de los sentidos, que tiene un componente emocional desagradable y se relaciona (o que recuerda) a la que se siente cuando hay algún daño físico.
La teoría de la puerta de control
Entonces, ¿por qué la sensación aumenta por la noche, cuando estamos a salvo en nuestra cama? ¿Cómo ayuda eso a la supervivencia?
La explicación tiene que ver con los sistemas de procesamiento de nuestro cerebro y con la ciencia de la percepción. Allá por los años 60, Roland Melzack y Patrick Wall propusieron su Gate Control Theory, en la que proponían que en la médula espinal hay una puerta que permite o no pasar a los estímulos dolorosos hacia el cerebro.
Dicho de otro modo: habrá ciertas cosas que hacen que se cierre la puerta y sintamos menos dolor y otras harán que se abra y que lo sintamos con mayor intensidad. Un ejemplo es el acto mecánico de frotarnos la piel si nos hemos dado un golpe: la sensación de fricción compite con la de dolor y se siente menos.
En el silencio de la noche, las voces de esos tigres se oyen más, de la misma manera que nos acordamos de alguna situación incómoda que experimentamos durante el día y habíamos casi olvidado.
Allí solos, en la oscuridad, no hay nada que nos distraiga y ayude a cerrar la puerta: ni imágenes, ni sonidos, ni interacciones con otros.