Por Marbella Díaz Wever
Hace unos años trabajé en la Fundación del Niño del Edo. Carabobo como Orientadora y Facilitadora en los Talleres de Escuela para Padres, pensé que había visto profundas heridas emocionales y escuchado diversas historias bañadas de lágrimas en las miradas de algunos inocentes.
Hoy, reconozco que me equivoqué…
Si, me equivoqué…, porque el mundo pareciera haber girado más rápido en sus movimientos de rotación y traslación desencadenando trastornos emocionales en muchos individuos, o quizás el cambio climático ha afectado la naturaleza de los seres humanos.
Hemos visto con profundo dolor a través de las redes sociales y en las cuentas de algunos estrategas en comunicación, como un grupo de depravados colgaron un material audiovisual mórbido en la plataforma de Instagram, viéndose el llanto de un pequeño de 7 años casi asfixiado, mientras era abusado, por ende, maltratado psicológica y físicamente por cuatro mujeres de manera perversa y vil, mientras al unísono de la filmación un sujeto cómplice disfrutaba el morbo de tales imágenes dantescas junto a las canalladas genitales.
Confieso que no pude concluir ver tal filmación pues la impotencia me produjo vómitos y repugnancia, como mujer, como hija, como madre, como profesional y como ser humano.
Pena Capital Máxima merecen todos aquellos sujetos inhumanos, pedófilos, que para satisfacer sus bajos instintos se benefician con actos lascivos sadomasoquistamente acompañado del “estupro” en algunos casos (delito en el que una persona mayor de edad obtiene el consentimiento para la cópula con una persona menor de edad, por medio de seducción u engaño), sin dejar de mencionar aquellas manipulaciones y manoseos que se suceden durante la realización de tales vergüenzas mundanas.
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Sociedad enferma, descompuesta, vulgar, cínica, despiadada, rompecabeza inconcluso, seres con la teja agrietada en áreas cerebrales.
Viendo este tipo de delito considero que las leyes deben aplicar CADENA PERPETUA.
No hay duda que éstas aberraciones se suceden con la finalidad de vender pornografía infantil pedofílica para consumo dentro y fuera de estas latitudes, existiendo redes hamponiles que se dedican a complacer patologías que subyacen empapeladas en algunos psicópatas.
¿Alas para qué te tengo si no me permites volar?
Los niños en medio de su inocencia enmudecen y gritan de dolor, le cortan las alas, le fracturan sus sueños, le marchitan su piel, los ahogan en el mar de sus merecidas esperanzas y le oscurecen sus sombras con tinta sangrienta.
Maníacos perturbadores que no tienen sangre en las venas, resentidos sociales, enanos emocionales, sujetos que no saben lo qué es familia, qué es un hijo, qué es un niño y menos qué es ser padres.
Cada día se acrecientan más estos episodios, parecen víboras que se arrastran en una Sodoma y Gomorra moderna globalizada para tergiversar lo humano y lo sagrado en una saga amoral y obscena complaciendo organizaciones pederastas.
¿Alas para qué te tengo si no me permites volar?
El vuelo de estos pequeños muchas veces se prolonga porque las cicatrices son muy profundas durante la infancia.
Niños, hijos de la vida, injusticia que padecen como algo “folclórico” sin siquiera haber elevado una cometa, jugado trompo, gurrufío o metras.
Ese no es el “trencito” que ustedes se merecen, NO, ustedes tienes alas, son merecedores del aire, del agua, de la tierra, del fuego y del éter para que su conciencia plena pueda elevarse.
Antoine de Saint Exupéry escribió en el Principito: “Me pregunto si las estrellas están encendidas, con el fin de que algún día cada uno pueda encontrar la suya”.
Los niños maltratados y abusados algún día encontrarán la de ellos.
Dios les bendiga.