Por Soledad Morillo Belloso
Fueron tus últimas palabras. «Nené, te quiero tanto», balbuceaste.
Los médicos me decían que el apretar mi mano era un acto reflejo. Estaban equivocados. Nuestras manos entrelazadas se acariciaban. Tebesé y te dije: «No es me quieres tanto, es que nos queremos tanto. Lo nuestro está tejido con estambre de amor».
Es ya de noche en Caracas. Desde esta colina veo la ciudad. El cielo está nublado. No puedo ver tus estrellas. Pero sé que estás ahí. Y cada vez que las mire, te encontraré, te sentiré.
Me acuesto y escucho tu música. Los programas de radio que tanto te gustaban. Veo fotos. De nuestra vida en común. Tengo la cabeza habitada de recuerdos.
«Anda, cierra los ojos. Duérmete. Que yo estoy aquí, como siempre», te dije luego de besarte tres veces. Tres besos. Siempre tres.
