domingo, marzo 16, 2025
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Simón: Una cruda y sincera adaptación de una juventud venezolana rota y traicionada (Crítica sin spoilers); por José G. Velásquez

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José Gabriel Velásquez Colina

Cuando escuche hablar de Simón, de Diego Vicentini,  mi interés por la cinta despertó de inmediato, sin embargo, nunca pensé que llegaría a los cines de Venezuela.  El ya conocido status quo de la política de censura del Gobierno venezolano, junto el estado de autocensura autoimpuesto por los medios comunicacionales del país fueron la razón más obvia que, como individuo, me llevaron a creer que a medida que se acercaba su fecha de estreno Simón no llegaría, y cuando llegó aproveche de verla lo antes posible antes de ser retirada de las carteleras (una sospecha nacida de los mismos motivos ya mencionados), y tras terminar la proyección del film de Vicentini, entendí porque la dejaron entrar y tal vez nunca la retiren.

Simón es el primer largometraje de Diego Vicentini, inspirado en los hechos reales de las protestas antigubernamentales que tuvieron lugar en Venezuela en los años 2014 y 2017. La historia sigue a Simón (Christian McGaffeney) un líder estudiantil de las protestas exiliado en Miami que busca solicitar asilo político en los Estados Unidos de América mientras lucha con el dolor y el trauma de sus experiencias pasadas como activista en Venezuela.

No conozco el trabajo previo de Vicentini como artista cinematográfico, pero tras presenciar este grandioso film lo puedo poner en un puesto de interés de autores nacionales, incluso en el mismo nivel que Alejandro Hidalgo, director de la Casa del Fin de los Tiempos (2013) y El Exorcismo de Dios (2022)

Simón es más que la historia que cuenta, es un film semi independiente que es rico en múltiples detalles técnicos propios del arte cinematográfico; un hecho indiscutible más allá de mi opinión que se comprueba en su participación en la próxima a venir temporada de los premios Goya. Si se tuviera que exaltar los elementos fílmicos más destacados de Simón además de su soberbio elenco, serian su soundtrack, iluminación, sonido y la precisión emocional-narrativa del uso de los planos.

Los elementos cinematográficos destacados de Simón brillan por su humilde ejecución, una característica propia de los films independientes y semi independientes, en paralelo de los trabajos de los mismos elementos en los grandes blockbusters de Hollywood.

Los elementos cinematográficos de Simón entran en alianza para lograr el máximo impacto en los espectadores. La banda sonora hace equipo con el trabajo del sonido para crear una atmósfera absorbente que envuelve al público en la tristeza y la brutalidad de los eventos narrados en el film, permitiendo con precisión la interconexión emotiva de la ficción de la pantalla con la realidad de la sala.

Por otro lado, el trabajo de la  iluminación hace fusión simbiótica con el manejo de los planos para arrojar una mayor carga de profundidad emotiva al espectador, a la vez que hace gala de una excelsa demostración del concepto de lenguaje cinematográfico por la brillantez de su ejecución, especialmente en el uso de los primer plano a lo largo de la cinta. Estos detalles, para los amantes y conocedores de cómo hacer cine, no pasaran por alto.

Los performance del film son sublimes.  Existe la idea de que menos es más, y esto es lo que pasa con el elenco de Simón, la cual con un cast mediano, sino pequeño, crea un grupo de personajes carismáticos y tridimensionales, casi palpables, que transmiten con excelente despliegue el dolor de la realidad ficticia de la película a la realidad material del público en el cine. Entre el elenco se destacan los papeles de Christian McGaffney como Simón y Roberto Jaramillo como Chucho, en una muy sorprendente y emotiva interpretación, de la cual no muchos podían estar seguros, era capaz de lograr.

Simón no es una película política, no busca dar un mensaje de protesta, pero no puede escapar de tocar el tema político, ya que el film otorga un testimonio condensado de cientos, sino miles de ciudadanos, que fueron víctimas de la política venezolana por medio del aparato de represión nacional. El Simón de Diego Vicentini no es real, y al mismo tiempo lo es, Simón es la encarnación de la juventud venezolana, ahora derrotada, que en su momento luchó por un cambio político y lo único que recibió a cambio fue la traición y el desinterés tanto del Gobierno nacional, como de la Oposición y la sociedad venezolana.

Al principio dije que no entendía porque esta película había logrado llegar a los cines del país y después de verla lo entendí, y es que Simón en su discurso no entrega un mensaje de rebelión, solo entrega la realidad de los hechos acontecidos, y esa realidad es que el status quo en el que vivimos los venezolanos no cambiara en un tiempo, porque en su momento, los venezolanos le fallaron a los venezolanos (entiéndase esto en el amplio espectro de lo macro, en lugar de lo micro). No lo puedo confirmar, pero aseguro que la razón por la que este film logro llegar a nuestras salas es que los individuos en control del país quieren que veamos lo que demuestra la cinta de Vicentini, y lo que muestra es una verdad irritante y es el hecho de que nada que se haya hecho en los últimos 20 años para lograr el cambio en Venezuela ha sido suficiente para consolidarlo.

Esta película es importante que todos los venezolanos la vean, es muy incómoda, por su discurso y brutalidad, y por eso es importante verla, porque cuenta uno de los periodos más traumáticos de nuestra historia, una que muchos prefieren olvidar (algo que pude concluir por la poca afluencia en la sala de cine donde vi la película y conversaciones particulares), un grave error, porque aquellos que olvidan su historia están condenados a repetirla.

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