sábado, abril 19, 2025
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Guido F. Sabatino H.: “La amada porteñidad”; por Marbella Díaz Wever

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(ENTREGA # 6 CON MOTIVO DEL BICENTENARIO DE LA TOMA DE PUERTO CABELLO)


Marbella Díaz Wever

Desde La Planchita, apoyado a sus barandas, Guido Fernando Sabatino Hernández, observaba el confín del cielo porteño y la línea que lo une al mar, el recorrido y vaivén de las olas al toparse contra las rocas ruinosas del honorable Castillo San Felipe o Libertador, asidero en una época de los ataques navales ingleses, también prisión donde Francisco de Miranda estuvo encarcelado en una de sus bóvedas antes de ser enviado a España y, espacio donde Vicente Salías, autor de la letra de nuestro Himno Nacional, fue fusilado el 17 de septiembre de 1814.

Allí, desde La Planchita, entre espumas y fábulas, nuestro entrevistado se impregnaba de la brisa salitrosa, esa que lo convirtió en poeta y cronista folclórico, mientras afinaba su musa al avistar los buques que entraban a puerto seguro así como la faena de los caleteros desembarcando la mercancía en los antiguos muelles.

El hijo menor de “Juanitica” V. Hernández de Sabatino y Federico Sabatino, nació el 21 de septiembre de 1942, en la calle Sucre de manos del Dr. Espinoza mientras que sus hermanos nacieron en la calle Santa Bárbara rodeados de algunos avecindados como: las hermanas Perdomo, don Federico Ravel, Don Miguel D’ Guida y la albacea del general Salom, doña Virginia de Mieres, quienes vivían diagonal a una casa de vecindad propiedad de la abuela Rosa D’ Cesare Sabatino.

De las alas de Esther Demetria Maduro D’John conocida como “Moza Maduro” aprendió sus primeras letras, siendo tanta la esmerada enseñanza que los alumnos entraban directo al Colegio La Salle como aventajados en conocimientos básicos de primaria.

Sus padrinos: Ida Sabatino Fougnier (hermana-tia) y Pedro Hernández Ascanio (cuñado-tío) bendijeron su existencia motivando la fe, sus profundas creencias cristianas y ejemplo de trabajo tesonero tal como don Pedro lo asumía  diariamente en el almacén de víveres Hermanos Hernández.

El pequeño Guido Fernando jugaba y se divertía con sus amigos de infancia, no sólo en la calle Sucre sino en los alrededores de la plaza Concordia: Alonso Villalba, Miguel Alfredo Figueredo, Nelson Martínez Rust, Constanza Espinal, los hnos. Tobías, Magaly Rico, Elsa Margarita Berkes, Oly Henríquez, los hnos. Rodríguez, los hnos. Salazar Sentís, los hnos. Ramírez Zambrano, los hnos. Blanco Graziani, Inés Rodríguez, Sonia Peraza.

“Son tantos los amigos de mi ‘amada porteñidad’, especial mención a Hermes Rojas Murga, quien era egresado de la Escuela de Comercio, estudió el bachillerato y juntos empezamos a cursar Derecho en la UC, dejando en mí una huella por los conocimientos que poseía así como su amor por la lectura. Otros amigos de mayor edad: Tirso Rojas La Roche, los hnos. Vadell, Alirio Rojas, José A. Cásares Maduro, Jorge Acero, Agustín Tenorio Sifontes, César ‘Manón’ Sánchez’, Luís A. ‘Pechuga’ Rojas,  ‘Curielito’, José Manuel Tovar (quien era sastre y esposo de mi abuela Juana), Ludwi Weissman (dedicado al comercio informal, asiduo visitante de la Zapatería Concordia y padrino de bautizo de mi querido sobrino Orlando Sabatino), también don Alfredo Capriles, a quien conocí de vista y a aquellos que traté con honores como: don Tomás Galíndez, don Sebastián Escandón, el prof. Miguelito Sánchez (quien vivía en la calle Valencia cerca de la muy querida Nelly Marotta, esposa de Antonio Marotta), seres excepcionales que dejaron una estampa de reverencia en mí”.

* MIMINA, OTRA MADRE EN ESTA VIDA

Mujer dulce, apacible, inteligente, quien ejercía labores en el correo como mano derecha de don Tomás Aponte (jefe), la srta. Francisca Emília (MIMINA) Rosas Domínguez era hija del comandante Oswaldo Rosas Partidas (el tío viejo) y Juanita Domínguez de Rosas.
«Mimina» fue una madre putativa para Guido Fernando, mujer adelantada para la época, bilingüe, amante de viajar por el mundo y conocer otras culturas, una dama de la moda, pues vendía por encargo y con catálogo las guayaberas y los zapatos apaches para los caballeros y todo cuanto le encargaban las damas incluyendo artículos para el hogar; ella entregó un amor incondicional al benjamín de los Sabatino Hernández, complaciéndolo y mimándolo hasta el fin de sus días.

Juana V. en un cálido abrazo a su hijo Guido.

Los Rosas Domínguez vivían en la calle Sucre, tenían dos perros blancos traídos de mucuchíes: Nicky y Judith, quienes velaban el coche de mimbre con resorte donde dormía plácidamente el niño Fernando y, como él comenta: “El coche de mi infancia fue usado y heredado por mis hermanos Enrico, Manuel. Una reliquia que mi madre conservó”.

El comandante Rosas Partidas, fue un hombre que dejó rastros en la personalidad, formación y crecimiento evolutivo del perfil de Guido Fernando, debiéndole mucho de su madurez emocional como del conocimiento aprendido en su juventud.

* REMEMBRANZA FAMILIAR

FEDERICO “TIN TÓN” (1894 – 1963+)

“Mi abuelo José Sabatino Napolitano contrajo nupcias con mi abuela María Rosa D’Cesare de Sabatino en el año 1892 en Puerto Cabello, engendraron 5 hijos: Federico, Juan, Nicoleta, Giussepina y Carmen; sin embargo, un buen día el abuelo se fue a Italia con sus hijos y los inscribió en el registro de la comuna de Sabiano, provincia de Napole, allá tanto mi padre como mi tío Juan cumplieron con el servicio militar requerido para  combatir en la guerra; posteriormente la familia se trasladó a New York, mi padre con su esposa Virginia y sus hijos: José Alfredo e Ida; con el tiempo mi tío Alfonso Sabatino solicitó a su hermano su presencia en Puerto Cabello para que se encargara de los negocios y asistiera a sus hijos, de esa manera pisan nuevamente la costa carabobeña y en Puerto Cabello nace mi hermano Federico. Mi padre contrae segundas nupcias con mi madre Juana Hernández y de dicha unión nacemos: Enrico, Manuel y mi persona”.

“A mi padre Federico solían llamarlo ‘Tin Tón’, porque entre tantas cosas, arreglaba relojes de pared deleitándose con las campanadas, fue dueño de una modesta Joyería al lado de la Bodega Española, posteriormente Superintendente del Banco Obrero”.

“Mi tía Nicoleta con su esposo el sr. Caccavale se radicaron en Boston y la tía menor Carmen retornó a Puerto Cabello después de la II Guerra Mundial tras haber perdido a su esposo y a su hijo. Mi tío Juan fallece a los 54 años en el Cuatricentenario de Valencia y mi padre Federico fallece el 02 de noviembre de 1963 en la ciudad de Valencia, cuando apenas yo contaba con 21 años”.

* ALFREDO, MI TATÁ

“¿Qué hubiera sido de mí sin mi hermano mayor, José Alfredo? Hombre probo, sencillo, silente, quizás de pocas expresiones pero impregnado de bondad y  gran corazón, dedicado a la familia, al Club de Leones y a la Zapatería Concordia. De mi tatá supe mucho del árbol genealógico y algunas encrucijadas de la vida, eso lo agradezco profundamente pues quizás él veía en mí un desahogo y alivio para sus lealtades familiares y, en algunas ocasiones mientras dialogábamos, Cleofasio, el  albañil de confianza realizaba algún trabajo en la casa”.

Federico Sabatino «Tin Tón», recuerdos de Italia y Puerto Cabello.

… “Y, he dejado para último un reconocimiento emotivo a mis padres: Juana V. y Federico, a mis excepcionales hermanos, a mi esposa, a mis hijas, a mis nietos y bisnieto”…

* RECUERDOS MIGUELPEÑISTAS

“Presidí el Centro Cultural del liceo Miguel Peña cuando tenía 16 años, se publicaba un ‘periodiquillo’ que se imprimía en Impresos Maduro, cuyo contenido iba dirigido a los liceístas así como críticas acerca de algunos profesores. Recuerdo con cariño a docentes del entonces: Maruja Acuña, Gregorio David Prado, Antonio Márquez, Luís Rafael Yépez, Toto Nieves, el prof. Gamboa, la profesora Jackson y la secretaria Guadencia Gil.  El liceo Miguel Peña fue cuna de ilustres académicos e infinidades de alumnos han desempeñado una carrera profesional de renombre”.

* AMADA PORTEÑIDAD

Caminar entre calles y callecitas, plazas, clubes, playas, el malecón así como visitar San Esteban Pueblo, Goaigoaza, Borburata o Patanemo, era encontrarse y estrechar la mano o un cálido abrazo a grandes porteños. Desfile de personajes emblemáticos que colocaron un granito de arena en pro de la ciudad.

“Puerto Cabello contó con familias selectas, me es grato mencionar: don Miguel Urbano Taylor, comerciante, quien presidió el Concejo Municipal local, iniciando las obras del Malecón, vivía cerca de la plaza Salom, vecino de la flia. Vale Guillén y de don Enrique Serra, cuya sastrería quedaba en la última calle de la plaza Salom; don Eduardo Dao, hombre respetable y admirado, vivía en la calle El Mercado; don Amadeo Roversi, italiano dedicado al comercio, a la importación del mármol de carrara y otras actividades, un gran amigo de mi padre; don Salvador Llovet, padre de la mamá del Dr. Guzmán Llovet; don Pancho Betancourt, padre de las hnas. Betancourt; el Prof. Liendo, dueño del Instituto de Comercio en la calle Valencia, donde cerca vivía don Arturo Capriles, las hnas. La Roche y estaba ubicado el cine Rialto; los hnos. Vadell, Manuel y Juan Vicente, quienes vivían en la calle Miranda a media cuadra de la Logia Masónica; el capitán Vale, quien era tío de José Vicente Rangel Vale; doña Esther Bacalao de Pardo, viuda de Arturo Pardo, la prima más querida así como los primos: Villegas-Sabatino y los Liborius-Sabatino, éstos últimos vivían en la calle El Mercado”.

El comandante Rosas Partidas, hombre insigne, modelo y ejemplo para nuestro entrevistado.

* TRES EMPRESAS DOMÉSTICAS FAMILIARES

“En el puerto existieron tres empresas de recuerdos inolvidables; uno, PASTAS PALERMO, que se inició en el edf. de dos plantas propiedad de don Carmelo Servidio ubicado en la calle Sucre c/c Santa Bárbara, abajo estaba la fábrica y arriba vivía la familia, cuya hija Panchita se casó con Donato Palermo, quien murió a temprana edad y posteriormente el negocio pasó a manos de la flia. Matteo mudándolo a la calle Plaza frente al Mercado Municipal; dos, LA COLA D, de la familia D’ Arago ubicada en la calle El Mercado, también funcionaba en un edf. de dos plantas donde la familia vivía arriba y abajo funcionaba el negocio; y, tres, LA COLA BERNOTTI O COLA B, cuyos dueños eran italianos y estaba ubicada entre la plaza Bolívar y el Teatro Municipal”.

* LOS MÉDICOS

“El Hospital Municipal quedaba en la calle Sucre frente a nuestra vivienda, había una gran familiaridad con los médicos del entonces, quienes entraban hasta el fondo de la casa donde estaba el fogón pues no había cocina, mi madre siempre mantenía dos cafeteras de peltre blancas, una con café tinto y otra con café aguarapado, ellos se servían a su gusto, se sentaban un rato en los muebles de paleta y luego se iban al Hospital. En varias ocasiones, mi padre me llevó donde el Dr. Adolfo Prince Lara para que me chequeara cuando enfermaba. Los médicos que llegaron en esa época, los doctores: Torres Páez, Espinoza, Talamante, Alfredo Guillén González, Enrique Guerra Mas, Pedro Guzmán Llovet, Torres Souels, Bernardino Marvez, LuÍs A. Vargas, Jesús Díaz N., Blandini, José Ramón López Gómez”.

La Toma de Puerto Cabello constituye un pilar fundamental para la existencia de lo que hoy llamamos República Bolivariana de Venezuela, porque en 1823 José A. Páez tomó parte junto a su batallón de espadas en el asedio y toma del Castillo para desocupar el último reducto español que oprimía al país.

Hermanos Sabatino Hernández: Enrico, Manuel y Guido F.

Puerto Cabello ha sido escenario de combates y pugnas entre tropas leales y fuerzas sublevadas como en 1962 con el llamado El Porteñazo, donde un grupo de militares acantonados en la Base Naval, civiles y guerrilleros pretendieron tumbar el gobierno.
Puerto Cabello es tierra de sinergia y geografía de epopeyas por la libertad.

Puerto Cabello es la arena que se cuela entre los dedos como un reloj de tiempo.

Y, parece ayer, apenas 58 años cuando este porteño recibió su título de Abogado en la UC, honra para su ciudad natal.

Calor humano que a cuentagotas comienza a escurrirse con el mismo regocijo.

Añoranza, bálsamo y júbilo marinero..

Tome nota…

Marbella Díaz Wever

Licda. Educación/Orientadora

Locutora UCV – Articulista Opinión

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