(ENTREGA #8 CON MOTIVO DEL BICENTENARIO DE LA TOMA DE PUERTO CABELLO)
Marbella Díaz Wever
A Puerto Cabello llegaron muchos inmigrantes de diversos lugares de Europa, buena parte vino de Hamburgo, la familia Koeneke fue una de ellas, algunos se sembraron en Borburata y San Esteban Pueblo, como si fuera el viejo mundo entre aventureros y mestizos, quienes vendían las tierras y canjeaban por sacos de alimentos producto del trabajo de los alemanes.
Por mucho tiempo Herbert Koeneke Ramírez estuvo sentado en primera fila hasta que inesperadamente el padecimiento del Alzheimer ocupó su banqueta en el espacio catedrático y su almohada en el área personal.
Hay momentos en que el telón de la vida se desgarra sin imaginar qué sucederá.
Al caer, la fina línea entre la existencia, la enfermedad o la muerte se estrecha y se hace aún más delgada. Imposible detener.
Los recuerdos vividos se quedan guardados en el cofre del inconsciente divagando entre las olas neuronales y el árbol cerebral, mientras las vivencias presentes se van evaporando trasnochadamente aún en las mentes más prodigiosas.
Así ha pasado con Herbert de la Coromoto “Coco” Koeneke Ramírez, nacido en Caracas, el 21 de mayo de 1948 y criado en Puerto Cabello, hombre sencillo, frontal, integral y rígido, como lo describe su primo Luís Raúl Villamizar Baptista.
Hijo de padres porteños: Herbert Koeneke Hernández y Beatriz Ramírez Baptista de Koeneke, quienes hicieron vida en la rancia porteñidad de otrora y engendraron una familia numerosa junto al resto de sus hijos: Luís Rodolfo “Pancho o Cabeza e’ Bloque”, Roberto, Alfredo, Oscar “Kaki” y Carlos Eduardo.
A pesar de tanta emotividad entre el quehacer de la Caracas de los techos rojos y el inolvidable Puerto Cabello, ciudad de querencias y vinculaciones cercanas, fue en el puerto donde Herbert Koeneke Ramírez se convirtió en gran nadador devorando las olas caribeñas plácidamente así como pescando picuas y lisas con el arpón que tenía en la parte trasera de la casa porque daba al mar y en ese espacio había un pequeño pozo donde se reunía con los amigos del colegio para disfrutar el paisaje náutico.
Estudió la primaria en el colegio La Salle y el último año de bachillerato en el liceo Miguel Peña. El resto de su trayectoria la vivió en la Qta. América, casa materna de San Bernardino.

La familia Koeneke dejó una impronta en la ciudad, quedando amistades, viviendas y lugares con la fragancia de un pasado glorioso.
Hace pocos meses este puertocabellano adoptivo, valioso y curtido en conocimientos, desapareció sin dejar rastro en la capital cuando iba de regreso a casa producto del Alzheimer, en ese momento sus alumnos, pupilos más cercanos y colegas amigos hicieron cadenas de mensajes, compartiendo su foto hasta explotar las redes sociales tratando de conseguirle demostrándole el cariño, la lealtad y la empatía, finalmente lo ubicaron en San Bernardino gracias a un taxista que lo encontró después de ver el anuncio en las redes. Herbert guardaba dentro de sí la sombra del hogar de su juventud, lugar donde acudió como buscando a su madre y a sus sueños de adolescencia.
Tras la ausencia física de sus hijos gemelos en el país, Jean y Herbert, ambos ingenieros egresados de la USB, residenciados uno en Berlín y el otro en Hannover, el profesor Daniel Varnagy, tomó las riendas, no como alumno ni compañero de investigación sino como hermano, apoyo y estrella de luz que acompañó a Herbert en su retorno a la tierra de sus ancestros, donde sus hijos le esperaban para abrazarle y darle calor humano, continuando su viaje interno en el proceso de enfermedad.
FAMILIA ASENTADA EN PUERTO CABELLO
La vivienda de los Koeneke en Puerto Cabello estaba ubicada cercana al Club Recreo, elaboro reminiscencia: del lado derecho del Club, vivía el sr. Pedro Borrego más tarde en esa casa la flia. Saldivia, la parte trasera del Teatro Municipal daba con el frente de la entrada del Club Recreo, seguido vivía la flia. Baptista, luego la casa de Pérez Gutiérrez (veterinario), la flia. Cubillán, la flia. Aristeguieta Gramcko, el Dr. Hernández (odontólogo); del lado izquierdo del Club, yacía un canal de agua con salida al mar, luego estaba el Hotel La Riviera, cuyos dueños eran los hermanos Ricardo y Oscar Kölster también propietarios de la casa Rioka, seguido don Alfredo Capriles (fundador de Jabón Las Llaves), y la sede del Colegio La Salle; frente al Hotel La Riviera, la vivienda de don Tomás Galíndez, cerca la flia. Albers y en época más fresca, en la esquina la oficina de Avensa gerenciada por el sr. Stopello quien fue piloto de dicha aerolínea.
Entre algunos datos anecdóticos: los hermanos lasallistas solían amarrarse un mecate en la cintura para bañarse en la playa detrás del Hotel, supuesta zona de tiburones y donde un cura desde lo alto daba luz verde para el nado así como el avistamiento de los depredadores, pero también el colegio tenía su piscina de agua salada porque había un boquete con entrada de agua de mar y los hermanos también se bañaban en dicha piscina.
ABUELOS
El abuelo paterno de Herbert llegó de Hamburgo (Alemania) a Puerto Cabello y trabajó en la casa mercantil Blohm, su amor por el paisaje marinero y las montañas del Parque Nacional San Esteban afianzaron la querencia a la tierra que lo acogió.
Era don Herbert Koeneke, quien se casó y enraizó con una dama porteña de apellidos Hernández Legorguru y de esa unión nació Herbert Koeneke Hernández, entre otros.
Por la línea consanguínea de los abuelos maternos de Herbert se encuentra su abuelo Luís Ramón Ramírez Aurrecoechea nativo de Borburata y dueño junto a su hermano Nicanor de la Hacienda La Rosa, la Hacienda Solórzano, la Hacienda Ibarra y parcialmente de buena parte de Rancho Grande, pues eran terratenientes.
Don Luís Ramírez se casó con la admirada porteña doña Rosa Baptista Echeverría, quien poseía un carro Oldsmobile que vislumbraba las calles porteñas para la época, el cual Herbert manejó hasta el cansancio porque su abuela lo consentía.

Cuando Koeneke llegaba al puerto, su gran amigo Osman lo visitaba en casa de la abuela Rosa Baptista de Ramírez. Eran inseparables. Los primos Baptista Capriles, Villamizar Baptista y los Koeneke le decían a Osman «cuñao» en referencia a la belleza de su hermana Norys.
La familia Baptista Echeverría vivió en la Hacienda La Rosa (Borburata) hasta los años 1930 y fue el lugar donde doña Beatriz conoció a su esposo Luís Ramón Ramírez A.
De la unión entre Luís Ramón Ramírez A. y Rosa Baptista E. nace la señorita Beatriz Ramírez Baptista, madre del insigne Herbert Koeneke Ramírez, y en cuya casa porteña muchas veces llegó a pernoctar Monseñor José Alí Lebrún, como buen amigo de la familia.
UN ACADÉMICO DE CRÍTICO PERFIL
Herbert Koeneke Ramírez egresó de la UCV con el título de periodismo, con maestría y doctorado en Estudios de la Comunicación en la Universidad de Stanford tras ganar la beca Full Bright como mejor estudiante de la UCV obteniendo el título Master Mass Media. Politólogo de la UCV con maestría en Ciencias Políticas en la Universidad de Michigan y PhD en Ciencias Políticas de la Universidad de Tulane (New Orleans).
Coordinador de la Maestría y Doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad Simón Bolívar, co fundador de la especialización en Estudios de Opinión Pública de la Universidad Simón Bolívar y profesor Titular de la Escuela de Comunicación Social de la UCAB por muchos años.
A 50 AÑOS DEL ACCIDENTE EN CORO
Recuerda Luís R. Villamizar: “El 1ero. de Noviembre de 1973, en un Volkswagen nos fuimos en un viaje repentino a los Médanos de Coro, Herbert Koeneke Ramírez, Raúl Baptista Capriles, Teoboldo Tello y mi persona, allá fuimos a una fiesta, paseamos y al regreso un camión se metió de frente al carro, perdiendo la vida Raúl Baptista Capriles y Teoboldo Tello, ambos porteños. Accidente que nos causó una profunda tristeza, damos gracias a Dios por otorgarnos la vida”.
REPENTINO TRASPIÉ DE UNA MENTE PRODIGIOSA
Las enfermedades derivadas de las demencias afectan a quienes las padecen y al entorno familiar. Me consta porque mi madre la sufrió. No sabría decir si se genera más tristeza o más dolor, lo que sí es cierto es que la familia cercana vive a cuenta gotas el proceso mientras ellos se esconden en un mundo paralelo sin poder expresar las emociones en el aquí y el ahora.
Ser partícipe de la pérdida gradual de la cognición de un familiar cercano genera impotencia, estrés, zozobra y melancolía.
Observar a profundidad esos ojos buscando respuestas sentidas nos deja sin aliento porque en el fondo queremos encontrar el ser que hemos perdido en el camino.
La mordacidad y ventura es cuesta arriba y sin distingo de sexo, condición social, edad, desempeño u honorabilidad, no hay freno.
La memoria de Herbert Koeneke Ramírez (75 años actuales), empezó a disiparse después de la pandemia, vivía sólo en Caracas y por querer permanecer en su país contra viento y marea, en tres oportunidades desorientó su rumbo.
CAROLINA JAIMES BRANGER
Las redes sociales fueron instrumento efectivo para encontrar y rescatar al caraqueño pero porteño adoptivo Herbert Koeneke Ramírez, también lo fueron las palabras escritas con tinta dorada en el artículo “Amistades Inquebrantables” por Carolina Jaimes Branger, ingeniero, educadora, escritora y comunicadora, a ella toda la gratitud e infinitas bendiciones pues sólo teniendo un amplio corazón se puede izar y ondear el mensaje que escribió desde el círculo del amor.
CJB, refirió: “Antes de ir a encontrarse con sus hijos, sus primos Machado Koeneke le hicieron un almuerzo de despedida. Fue un momento entrañable y divertido cuando los llamó por sus sobrenombres de cuando eran niños”.
“Ayer hablé con Daniel Varnagy, quien iba acompañándolo en su viaje para reunirse con sus hijos en Europa. La idea de que Herbert viajara solo era inconcebible. Con una amistad forjada a lo largo de décadas, Daniel conocía cada detalle de su vida y comprendía la importancia de estar allí para él en este momento crucial”.

“Dentro de este contexto, no quiero imaginar la despedida y el regreso a Venezuela solo de Daniel Varnagy. El amor que estas personas le demostraron a su amigo Herbert Koeneke es un testimonio más de cuál es la mayor de las fuerzas. Aun extrañando la conexión, comunicación y momentos maravillosos que tuvieron a lo largo de su relación con él, superaron esta serie de desafíos emocionales y silenciosos, y le brindaron un apoyo amoroso a lo largo de su viaje con la demencia. Gracias en nombre de quienes conocemos y queremos a Herbert”.
Herbert Koeneke Ramírez es un porteño categórico y siempre lo será, hoy en Alemania junto a sus hijos, de seguro los silencios son mayores pero no hay adiós sino olvidos inesperados.
AGRADECIMIENTO
* A Luís Raúl Villamizar Baptista, porteño nato, primo de Herbert Koeneke Ramírez, quien despertó mi musa para plasmar estas líneas enalteciendo la savia prodigiosa de Herbert y su resiliencia ante la enfermedad; pregonar el sustrato de la familia Koeneke Ramírez, quienes se sembraron en Puerto Cabello dejando una estela de recuerdos; y, honrar a Juan Bautista Baptista, primer Baptista que llegó a la costa carabobeña en 1849.
* A Guido Fernando Sabatino Hernández, por ser guía y consulta en el recuerdo de tantas familias porteñas, aquellas que multiplicaron sus raíces desde que se esparcieron en la costa.