viernes, marzo 14, 2025
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Aída A. Jatar Lugo de Prado: “Aquellas navidades porteñas”; por Marbella Díaz Wever

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(ENTREGA # 9 CON MOTIVO DEL BICENTENARIO DE LA TOMA DE PUERTO CABELLO)


Marbella Díaz Wever

“Ave María ¡Qué Muchacho!…

Salve, Salve niña porque hoy es tu día;

alaben los cielos, la Virgen María.

Bajó de La Nube, hoy Como el Rocío,

sois la Prometida, un ángel le dijo.

Este es el Mensaje de nuestro Señor,

que en la Mano Traigo como encarnación.

Sublime Ideal yo Quisiera Ser,

De Contento verme la madre de un rey.

Sus pasos Sobre la Arena, Cuando Salga el Claro Sol los llevarán Al Portal del puente de

Alelimón.

Cumplen su Jornada, San José y María,

y un AVE de Paso le sirve de guía”…

(Dedicado A la música y el tesón nunca vencidos: VICENTE EMILIO SOJO, cien años BIENVENIDO. Y el canto y al amor no preteridos: FEDERICO NÚÑEZ CORONA, siempre amigo). AJLP’ 1987.-

Aída A. Jatar de Prado, Caracas, 1952.

Así comenzaba esta poeta a destinar algunas de sus tarjetas en aquellas navidades porteñas, insignes palabras que se columpiaban antes de posarse en las manos de sus célebres amigos, quienes con ansias esperaban el dócil regalo lleno de estribillo.

A vuelo de pájaro, el tiempo se mezcló con el acíbar y así ha arribado a los 90 años…

Aquellas navidades porteñas estaban llenas de poesía y pintura en tarjetas iluminadas de creatividad mientras la cultura de la ciudad se acompañaba del entonces naciente Ateneo de Puerto Cabello donde Aída Antonia Jatar Lugo de Prado fue fundadora y en una ocasión fue Presidente, espacio donde también compartía su obra y primor junto a sus compañeros: don Miguel Elías Dao, Ítalo Pizzolante, Oscar León Uzcategui, Orlando Sabatino, entre otros y, donde el Dr. Manuel Prado, su cónyuge, seguía sus pasos acompañándola en la obra que imaginaba.

Nunca fue mujer de hojalata, tuvo aspiraciones y presencia en el calendario del saber, de las letras, los óleos, la rima y la eufonía.

En diciembre, Puerto Cabello se llenaba de gaitas, parrandas, aguinaldos y villancicos, una ardua faena de actividades en el Teatro Municipal así como la amena distracción de pintores principiantes y algunos afamados quienes junto a sus caballetes y paletas comenzaban a exponer debajo del puentecito de la Calle Lanceros iniciando una época dorada de manifestaciones artísticas.

Porteñidad llena de algarabía y de embarcaciones a lo lejos, gaviotas sobrevolando el mar y niños con carnadas en la mano pescando con sus atarrayas casi oxidadas.

Doña Aída en compañía de su esposo el Dr. Manuel Prado, PTC, 1980.

Estas líneas son el merecido tributo para una maravillosa mujer que cosió y descosió madrigales en la cultura porteña así como prestigioso homenaje con motivo de los 200 años de la Toma de Puerto Cabello.

Aída Antonia Jatar Lugo de Prado es originaria de un paisaje semi-árido, la sierra de Coro, nacida un 02 de mayo de 1933, aunque ella se empeña en decir que es el 1ero. de mayo por ser día del Trabajador.

Hija de Elisa Lugo Cuevas de Jatar y Elías Jatar Jatar, de raíces libaneses.

Estudió la primaria y secundaria en Coro, después fue a prepararse académicamente a Caracas, para ese entonces su padre don Elías Jatar Jatar trabajaba en el gobierno y la administración del presidente Rómulo Gallegos, pero el 24 de noviembre de 1948 cuando Pérez Jiménez derroca a Gallegos tras el movimiento bautizado como “golpe frío”, su padre le entregó la patria potestad de su hija Aída a su primo Braulio Jatar Dotti para que lo representara en la capital, debiendo dejar a doña Aída en una zona protegida, así llega a la casa musical de la sra. Flor Roffe de Estévez (pianista) y don Antonio Estévez (director del Orfeón Universitario para la época), con quienes vivió tres años (1950-1953), iniciando sus estudios en el Pedagógico de Caracas.

A su vez asistía a los ensayos del orfeón como a las tertulias de los orfeonistas quienes compartían con el maestro Jesús Sevillano y la mezzosoprano Morella Muñoz haciendo cantatas nocturnas.

De esa manera conoce el amor, pues el mozo Manuel Alfredo Prado Mendoza, oriundo de Guama-Yaracuy, estudiante de Medicina de la UCV y orfeonista quedó embelesado al verla, proponiéndole matrimonio, viviendo un tiempo en Caracas e iniciando un rumbo después de graduado a Morón donde realizó la rural.

Cuadro de Aída, Canto Coral, 1976.

Transcurría el año 1958, el Dr. Manuel Prado soñaba con vivir frente al mar, razón por la que no escatimó aceptar laborar en Petroquímica, siendo precursor de la misma y donde ejerció la especialidad de Médico Industrial, viviendo en los trailers del campo para recién graduados a pocos pasos del Club La Playa.

Doña Aída comenzó a dar clases en Venepal como maestra, mientras sus hijos capitalinos: Alfredo y Alejandro, engrandecían la familia y absorbían como esponjas el acervo cultural que los rodeaba, criándolos de forma que a su momento pudieran volar, sembrar y preservar la doctrina familiar.

En la década de los ‘60 se propagaba por el mundo la música de los Beatles y la insignia de paz y amor se esparcía por todos los rincones; la flia. Prado-Jatar llega a Puerto Cabello para instalarse en una casa en la ave. Juan José Flores, cerca de la Proveeduría del IPSFA, teniendo como vecinos: la flia. Baptista, el sr. Hugo Fuentes Serra y el sr. Humberto Velasco.

El Dr. Manuel Prado comienza su ejercicio profesional en el IVSS, en la Cruz Roja y en el Centro Médico.

Así se anclaron en la costa carabobeña donde doña Aída empezó a humedecer sus pinceles en agua salada.

PROSA, LIENZOS Y SINFONÍA

Doña Aída lleva en sus venas el arraigo coriano, el temple y la imponencia de los Médanos pero también el mástil florecido en velas y el calor porteño convirtiéndose en capitana del arte, evocación bicentenaria para quienes tuvimos el privilegio de conocerla.

Su génesis fue la pintura y la escritura, en ambas prolíficas, porque tenía madera, perfilando por casi 20 años en las tarjetas navideñas los mensajes que afloraban de la pureza de su ser interior así como el amor de los paisajes porteños, los cuales imprimía en la Imprenta del sr. Humberto Velasco.

En el año 1969 se mudan a la calle 88 de Rancho Grande cerca de la emisora Ondas del Mar, sus vecinos: Orlando y Myriam de Sabatino, don Pedro Miguel Sánchez.

Doña Aída junto a dos hijos: Alfredo, Maria Eugenia y Alejandro, Caracas, 2004.

Puerto Cabello los abrazó y ellos en reciprocidad trenzaron con amor y magia el talento y la inspiración.

Fueron muchos los artículos que doña Aída escribió para los eventos culturales de la ciudad, igualmente acompañó al Dr. José Ramón López Gómez y a su esposa Cira Bracho de López en sus iniciativas socio-culturales auspiciadas por la Universidad de Carabobo y el Colegio de Médicos por ello sus tres hijos heredaron por transferencia genética su legado.

FAMILIA

Los tres hijos de los Prado-Jatar crecieron acobijados de la musa de sus padres, pues el Dr. Manuel Prado tampoco se quedó atrás y escribió un libro titulado: “Y el verbo se hizo pueblo”.

Mientras doña Aída trabajaba junto a Miguel Elías Dao en la Casa Guipuzcoana, sus hijos emulaban de alguna manera a papá y mamá.

Alejandro Prado Jatar, comenta: “En nuestro hogar reinaba la libertad de expresión, mamá era de carácter fuerte como buena coriana, papá era democrático y consentidor, nunca hubo represión sino comunicación fluida. Ellos dos ejercieron una fórmula parental donde el respeto y el sentido común prevaleció por encima de las diferencias”.

“Puerto Cabello fue para nosotros como Shangri-La, la ciudad secreta en la novela Horizontes Perdidos de James Hilton; un lugar cerrado donde el tiempo se suspende en una atmósfera de paz y tranquilidad, no queriéndose nunca ir”.

“Mis padres siempre se sintieron porteños por decisión propia, igual nosotros sus hijos”.

Actualmente, Alfredo, el hijo mayor, ingeniero egresado de la UC, residenciado en Valencia, está retirado de la docencia.

Texto del poema Navideño plasmado en una tarjeta, PTC, 1987

Alejandro, el segundo hijo, ingeniero agrónomo egresado en la ULA, hace vida en Houston, trabajando en el área de protección del ambiente y de la investigación sobre ecosistemas donde yacen las instalaciones petroleras y desde el 2017 hasta la fecha ha publicado tres libros: 1) Dasefíos sobre el Tecaldo (dedicado a la dislexia que lo ha acompañado desde siempre), 2) Los milagros existen, uno de ellos se llama Mariana (dedicado a su esposa Mariana Torrealba, venezolana, ingeniero dedicada al coaching para estudiantes universitarios en búsqueda de su definición vocacional) y, 3) La Trinidad del Tiempo.
María Eugenia, la hija menor, nacida en Puerto Cabello, heredó la pasión por la música clásica gozando de la fina maestría del violoncello destacándose en la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, actualmente residenciada en Caracas.

El 23 de abril del 2000, el Dr. Manuel Prado, cierra sus ojos en Puerto Cabello, sus restos reposan en el campo santo porteño, y en el año 2007 doña Aída, por decisión familiar, es recluida en una Casa Hogar en Prados del Este (Caracas), hasta el presente.

Nunca supimos de los miedos de doña Aída Jatar de Prado porque ella siempre floreció con la fortaleza de los cardones y cujíes, sonriéndole hoy a sus 6 nietos con rostro sereno y escarchado de luz.

Doña Aída junto a su hijo Alejandro desde la Casa Hogar donde vive, celebrando sus 90 años, Abril 2023.

Ella es estrella de mar, olas que baten su espuma reflejándose en el horizonte, referente cultural en los inicios del Ateneo, es herencia y modelo para su descendencia y para el recuerdo de los porteñísimos.

“Cantemos Alegres la MISA DE GALLO, que CIERTO CURITA, les TROVA en el patio”. AJLP’ 1987.

AGRADECIMIENTO

A Alejandro Prado Jatar, por servir de hilo comunicacional y compartir algunos puntos de la narrativa histórica de su madre.

 

Marbella Díaz Wever

Licda. Educación/Orientadora

Locutora UCV – Articulista Opinión

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