Los análisis en ayunas eran la norma hace un tiempo, cuando siempre se medían la glucosa, los lípidos y se hacía recuento de células sanguíneas, pero poco más. Claro está, si uno se comía un trozo de bizcocho justo antes del pinchazo, la glucosa se disparaba.
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Sin embargo, en los últimos tiempos los análisis se han diversificado, y la información que se extrae de una muestra de sangre no siempre depende de lo que hayamos comido en las horas previas.
¿Medir la glucosa y el colesterol sin ayunar?
Que los tipos de análisis de sangre hayan aumentado en los últimos tiempos es una buena noticia, ya que significa que los facultativos pueden extraer más información de una muestra. Eso nos puede ahorrar otras pruebas más invasivas (como las biopsias) o más pesadas y costosas (como las endoscopias o las resonancias magnéticas). La contrapartida es que crea confusión respecto a la necesidad de ayunar.
Si analizamos uno a uno los distintos tipos de análisis de sangre, nos encontramos con que la mayoría siguen requiriendo ayuno, aunque con el avance de las técnicas de diagnóstico poco a poco se van descubriendo nuevos marcadores que no se alteran con la ingesta de alimentos.
Uno de ellos es la Hemoglobina A1c (HbA1c), que sirve como indicador del nivel de glucosa en sangre durante los tres últimos meses. En 2001, la OMS concluyó que la HbA1c podía utilizarse para diagnosticar la diabetes de tipo II. ¿Pero cómo funciona? Resulta que la glucosa que circula en la sangre se une a la hemoglobina de los glóbulos rojos, generando, precisamente, la HbA1c.
Como los glóbulos rojos tienen una vida media de 2 a 3 meses, altos niveles de este tipo de hemoglobina indican que la persona ha tenido niveles altos de glucosa en la sangre por un tiempo prolongado.
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