miércoles, marzo 19, 2025
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Casa Guipuzcoana; por Marbella Díaz Wever

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Marbella Díaz Wever

En memoria a Don Miguel Elías Dao

Hace poco visité Puerto Cabello, mi amada ciudad natal, debo reconocer que en el Casco Histórico y nuestro querido Malecón porteño se perciben grandes cambios, lo que no hay duda incrementará el área turística, social y económica de la ciudad.
Aplaudo tal actitud.

Puerto Cabello tiene potencial, tal como Cartagena de Indias, no sólo por su ubicación geográfica sino por todo el compendio que se suma a sus bonanzas: playas, montañas, ríos, tradiciones folclóricas, sitios históricos emblemáticos como el Fortín Solano, el Castillo Libertador, la Calle Lanceros, el Puente de Los Españoles,  además de ser el epicentro de uno de los grandes puertos del país, sin menospreciar la autóctona idiosincracia porteña que sirvió de amarre para todos aquellos inmigrantes que en el siglo pasado arribaron a su costa oriundos de diversas latitudes.

Dedico estas líneas a uno de esos espacios tradicionales, lugar que en el pasado fue recinto de libros, manuscritos, firmas, convenios y palabras de honor,  pues allí funcionó la Biblioteca Pública, la oficina del Cronista de la ciudad y la extinta Fundación Ramón Díaz Sánchez, pero lo más relevante fue la génesis de la ciudad y sede de la Compañía Guipuzcoana en la época de la Colonia y más tarde la Aduana.

La Casa Guipuzcoana nos trae bellos recuerdos de juventud, allí encontrábamos a don Miguel Elías Dao, sempiterno Cronista de la ciudad, escribiendo y hojeando la historia en el material bibliográfico contenido en archivos antiguos, papeles amarillentos.

Por ello, la Casa Guipuzcoana se convirtió en la “Casa de Miguel”, existían rincones añejados de educación, cultura, recreación, encantos y secretos, que despertaban la imaginación de los visitantes.

Un área para Conferencias, Pintura, Exposiciones, Coloquios, Conciertos, Cursos de Manualidades, Planes Vacacionales así como la vista marina desde sus balcones y el olor a salitre desde sus instalaciones.

En esta célebre construcción se reunían los eruditos y profesionales, para hablar de poesía, magia, hechizos y leyendas, afinando la imaginación hasta la época cuando el Rey Felipe V mediante Real Cédula el 25 de septiembre de 1728 dio cabida a la iniciativa de un grupo de empresarios vascos que pertenecían a la provincia de Guipúzcoa, obteniendo la exclusividad para el intercambio comercial de las mercancías del Viejo Mundo entre España y nuestras costas.

La Casa Guipuzcoana contiene las huellas de tantas pisadas ancestrales, en sus escaleras de madera vibran los recuerdos y en cada pared se conserva el calor, la dedicación, la propia existencia y prestación de servicio incondicional de los años más fructíferos de su humilde vida intelectual.

Don Miguel Elías Dao, aún mora en el recuerdo de la porteñidad, seguro descansa feliz al observar desde lo alto el rescate de su aposento lleno de mitos y sabiduría.

Enhorabuena sea su apertura para beneficio y goce de las nuevas generaciones.

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