domingo, junio 15, 2025
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Demonios que andan sueltos; Marbella Díaz Wever

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Marbella Díaz Wever

Hay demonios que andan sueltos, viven, se esconden, saltan de rama en rama, se sumergen en el río y transitan por el lodazal en la selva del Darién, para intimidar a los “migrantes ilegales”, quienes buscan un lugar más seguro que les proporcione bienestar, en su mayoría el Sueño Americano.

Ciudadanos temerosos y cansados de vivir sin esperanzas ni futuro, según las estadísticas de ACNUR, un alto índice son de Haití, Cuba, Bangladesh, Congo, Yemén, Nigeria, Senegal, Afganistán, algunas poblaciones árabes, Venezuela y de la propia Colombia.

Seres humanos que se tropiezan en una lucha cara a cara, cuerpo a cuerpo, con los demonios que andan sueltos en el Tapón del Darién, tratando de subsistir para cumplir los sueños y propósitos, en una tormentosa travesía llena de lamentos, gritos, alaridos, quejas, dolores, llantos, maltratos, vejámenes, penurias, violaciones sexuales y muerte, ante la mirada atónita de los propios compañeros de ruta, de algunos indígenas que moran en la zona, de los animales salvajes que hacen vida en su propia naturaleza y de los malignos demonios que se dedican al contrabando, narcotráfico, terrorismo, grupos armados e inmemorables verdugos sanguinarios.

No hace falta adentrarse al territorio entre la frontera Venezuela-Colombia-Panamá, para imaginar que, “soñar no cuesta nada, arriesgándolo todo”, aunque a veces, el sueño se extingue, quedándose atrapado o sin aliento en el más grande cementerio humano ubicado en la montaña de la muerte.

Para transitar este arduo territorio, cuya topografía y clima es impredecible, no hace falta de parafernalia, maleta ni equipaje, pues ante las lluvias y el frío, los ríos se transforman en inimaginables corrientes de agua, cuyos caudales sobrepasan las enormes rocas y montañas empinadas, deslizando el barro donde “los pasajeros de la vida” patinan y se van despojando de todo aquello que genere peso, malestar e incomodidad para aligerar los pasos e ir en manada con el grupo.

Es una odisea o cuasi infierno, pero ¿por qué los migrantes se enfrentan a vivir esa experiencia llena de terror?

Quizás, el principal motivo es la ansiada libertad y valía de los derechos humanos; la falta de recursos para realizar los trámites de pasaporte y visado; la búsqueda de trabajo y mejora económica para sustentar la familia; la huida ante el drama “izquierdista”; o simplemente cambiarle el rostro y el traje al drama de la pobreza.

Quienes se atreven a penetrar y cruzar la selva narran que siguen el camino con ahínco haciendo pernoctas en algunos puntos, a veces, siguiendo las pertenencias que muchos antecesores van lanzando como huellas o pistas para los caminantes que vienen detrás en los inhóspitos parajes clandestinos.

Los “sobrevivientes” se reservan los verdaderos secretos de su transitar, deben ponerse una armadura y enfrentarse a todo lo que se atraviese con valentía, fe, y coraje, porque la mayoría de las veces, ni letanías, ni rezos, los hace inmunes a fenecer o vivir experiencias escalofriantes.

¡América, qué grande eres y cuán tenebrosa también!

Tus hijos caminan y se desplazan de sur a norte y de este a oeste para encontrarse en Neclodí (Dpto. Antioquia-Colombia), donde los anhelos e infortunios también se montan en las lanchas, estrechándole la mano a otros corazones que se unen de lejanas latitudes, para continuar a la remota aldea de Capurganá (Dpto. Chocó-Colombia cerca de la frontera con Panamá) y verle la cara a los demonios que andan sueltos en la selva del Darién hasta Canaán Membrillo (comunidad indígena panameña, una puerta de salida del más allá), de allí seguir en piraguas hasta el Centro de Recepción de Migrantes que los llevan a San Vicente (Darién- Panamá) donde el miedo y la ilusión comen y duermen en la misma frágil carpa, sin atención médica y sin agua apta para el consumo humano, a la espera de continuar un periplo incierto.

Muchos transeúntes, adultos, jóvenes o niños, se quedan enterrados en la selva pero sus almas alcanzan la libertad antes que la del Sueño Americano.

Los demonios andan sueltos en el Darién y hasta se vuelven cautivos para algunos, pero igual se pisan la cola con los fantasmas ancestrales de la tenencia en las mismas trochas.

Quienes abordan el autobús desde el puerto migratorio de San Vicente hasta Chiriquí (frontera con Costa Rica), prosiguen su viacrucis por Nicaragua, Honduras, Guatemala y finalmente México, donde deben cruzar el Valle Rio Grande y enfrentarse a tres últimas cartas avinagradas: ser deportados, encarcelados o liberados; lo que si es cierto, es que muchos recobran el aliento con tan sólo ver los Border Patrol y la bandera de trece barras y cincuenta estrellas.

Allí comienza el Sueño Americano…

Según datos de inmigración de Colombia en el 2021, ciento treinta y tres mil personas atravesaron el Darién…

Vaya sacrilegio ante tanta desigualdad…

El tiempo es la esencia.

DIOS TEN MISERICORDIA…

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