sábado, marzo 15, 2025
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¿Dónde están las Ayas?; por Marbella Díaz Wever

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Marbella Díaz Wever

¿Dónde están las Ayas?

¿Esas madres de crianza, que se sentaban en las mecedoras para arrullar a los niños con ternura, les daban tetero, compotas, papillas y les tarareaban una canción de cuna para dormir?

Ellas eran las dueñas de los cuentos sin fin, de los paseos en coche y de los baños de espuma.

Las ayas o ayeras eran criadoras, nodrizas, nanas de la vida, madres putativas. Consentidoras como las abuelas, maestras de la imaginación y hadas de las fantasías. Nuestras madres las escogían con lupa para que las ayudaran con los hijos y a veces en los menesteres del hogar, haciéndose querer y pasando a formar parte de la familia.

Las “ayas” del ayer las llevamos en el corazón, ellas sembraron en nosotros parte del amor en los primeros años del proceso evolutivo y sus recuerdos viajan y permanecen aún entre nosotros así como el corazón de la arepa con mantequilla y queso.

Han quedado como fragancias de violetas, como el amor del primer juguete y la risa entusiasta de nuestros gateos y primeros pasos.

No estuvimos en sus vientres pero sí en sus brazos, sus manos “calientitas” calmaron nuestros dolores y sustos, abrigaron y apaciguaron nuestras lágrimas en medio de la oscuridad, nos vestían de gala para posar en las fotos del álbum familiar y contemplaron nuestros sueños.

En vigilia permanecían si enfermábamos, su entrega era más grande que el tamaño de su pecho, eran Sol y Luna, rezos y oraciones, bondad y nobleza, madrugadoras viajeras, acariciadoras del alba y del rocío.

¿Dónde están las Ayas?

¿Adónde te fuiste mi querida Esther, mi Estherbina Compota como solía llamarte?
Negrita de ojos café, dejaste tus huellas en la casa de Rancho Grande y en mi corazón una sutil querencia, ambas apiladas en los recuerdos de una infancia llena de tesoros escondidos cocinada a fuego lento y en baño de María.

La historia está llena de mujeres abnegadas, trabajadoras, incansables madres sustitutas o postizas.

Simón Bolívar tuvo su nana, su aya, una esclava que lo amamantó: la Negra Matea.
Las ayas o ayeras en Venezuela huelen a café recién colado, a maíz pilado y a plátano con canela, ellas son otro símbolo patrio y alma llanera.

¿Dónde están las Ayas?

¿Dónde están esos astros que nos cargaban descalzas? Manos benditas, prodigios en la educación de muchos. Prestigio social en algunas familias y al mismo compás, seres insignes que se entregaban en cuerpo y alma a la crianza de los niños.

Estherbina Compota se sentaba en el mueble de cuero rojo, veía la novela de las 9 de la noche por Radio Caracas Televisión y al terminar nos consentía haciéndonos un Toddy bien frío, siempre atenta, dispuesta y obediente.

Inclino mi cabeza para agradecer al Universo ponerte en nuestro camino.

Gracias Negrita.

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