domingo, abril 27, 2025
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El arte de lustrar zapatos I «La historia de Yaca-Yaca»; por Marbella Díaz Wever

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Marbella Díaz Wever

“Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos de pie” (Emily Dickinson), Limpiabotas.

Así a secas les llaman.

En la Plaza Concordia y la Plaza Flores de Puerto Cabello se reunían los jovencitos y algunos hombres de cierta edad, con una cajita de madera que también fungía como banquillo, en cuyo interior se guardaban las herramientas para lustrar zapatos, enseres que sin hacer mucho ruido, dormían hasta que la caja se abría y como por arte de magia cobraban vida.

Conocí a los limpiabotas a temprana edad, cuando acompañaba a mi padre algunas veces a la Plaza Concordia, el lugar era mágico, con unos árboles frondosos que daban frescor y claridad a las mañanas calientes del puerto. Los mozos se sentaban en una sillas altas como tejidas y estiraban sus piernas hasta que sus zapatos rozaban las rodillas del limpiabotas, allí comenzaba la faena de los verdaderos artistas de un trabajo poco remunerado pero muy exigente por parte del cliente, quien gusta de lucir unos calzados brillantes y limpios en combinación con la ropa.

Esta es la historia de quien fue bautizado como Melquíades Rafael Cariel, pero quien optó por escoger el apodo de Yaca-Yaca (significado de una fruta tropical, anón), antes de que el cura del Colegio La Salle lo llamara “burro dormido”, como le decía a su hermano Pedro, cuando estudiaban primer año de bachillerato.
Nació en Tucacas (edo. Falcón), el 13-02-1931, hijo de Edmundo González y Carmen de Cariel.

Llegó a Puerto Cabello a los tres días de nacido directo al Hospital Municipal convaleciente y enfermo. Se radicó con su madre y su abuela en el puerto, vivió en el corral de la sra. Delfina (en la calle Bermúdez) y en el corral de la sra. Odulia (en la calle Miranda). Estudió en la escuela República de Honduras, egresando a los 15 años, después estudió primer año en el Colegio La Salle, y posteriormente culminó la secundaria en La Manguita, cuando tenía 21 años.

Fue excluido del Control de Estudios del Ministerio de Educación, por ser combatiente en El Porteñazo, ingresó a la Naval y siendo Sargento I, combatió en dicha asonada militar.

Desde niño y hasta la madurez, Yaca-Yaca se destacaba en la Plaza Flores lustrando los calzados de los mozos de la época, muchas veces debiendo esperar que desembarcaran los turistas de los grandes barcos como: el Santa Mónica, Santa Lucía y Santa Elena; entonces él corría apresuradamente con su cajita de madera para brindar sus servicios; y, en la Plaza Concordia tenía su clientela fija, el Dr. López Gómez, Asdrúbal González, los hermanos Sabatino (Alfredo, Orlando, Iván y Pepe), don Antonio Pizzolante, el Dr. Díaz Noriega, Roger Moratinos, Jorge Martínez, el Sr. José Rodríguez de la “Bodega Española” y tantos otros de quienes atesora bellos recuerdos.

Yaca-Yaca nunca tuvo complejos de ejercer el digno oficio de limpiabotas, siempre mantuvo una elevada autoestima y lo demostró cuando incursionó en el arte plástico ingenuo.

A los 20 años participó en diversos Salones, obteniendo reconocimientos y premios por su participación como el de la Cámara de Comercio de Puerto Cabello, el Tito Salas, el de la Base Naval Agustín Armario, el Paseo Cabriales y la Bienal de Naguanagua.

Un artista es un hacedor de expresiones creativas, donde la unción policromática fortifican el encuentro con los colores que decoran las pizarras de tela.

Quizás cuando lustraba los zapatos o botas de sus clientes imaginaba el arte plástico ingenuo, los lienzos, las pinturas, haciendo que los calzados brillaran más.

Apenas cobraba una lucha por limpiarlos y medio por lustrarlos.

Este hombre desde niño y con mucho sacrificio se erigió dándose cuenta de su verdadera estatura y de todo lo que podía alcanzar con sus destrezas.

Su cajita de zapatos siempre lo acompañó, sus implementos nunca faltaron, ni en las buenas ni en las malas, porque un limpiabotas siempre está presto al trabajo aunque el sol, la noche y el hambre lo agoten.

El limpiabotas es un ser que escucha de sus clientes: los cuentos, las aventuras, los romances, los chistes, las fábulas y las fórmulas médicas que alivian los dolores del cuerpo y del alma.

La Plaza Flores y la Plaza Concordia son emblemáticas en Puerto Cabello, han sido puntos de encuentro de retretas, de desfiles estudiantiles y militares, del encuentro entre el Santo Sepulcro y La Dolorosa, de patinatas, de exposiciones de cuadros al aire libre y el lugar que Ítalo Pizzolante escogió para evocar en sus letras los motivos de sus más profundos sentimientos.

Un «limpiabotas», amigos, es un artista con un don natural, “ninguneado” por muchos, pero con una alta calidad humana y de más valor que una cajita de madera.
Yaca-Yaca vive internado en su casita campestre en la Pica del Chino, entre los límites de Carabobo y Yaracuy, de seguro sigue lustrando su propia vida.

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