lunes, abril 28, 2025
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El escapulario de un codependiente; por Marbella Díaz Wever

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Marbella Díaz Wever

Reza el refrán: “Ganar indulgencia con escapulario ajeno”.

Un escapulario es un pedazo de tela con una abertura para que pueda deslizarse por la cabeza. Se usa con fines religiosos y cuelga sobre el pecho y la espalda. Algunos tienen bordados, frescos de insignias religiosas unidos por dos cintas que cuelgan del cuello de color café. Los monjes lo usaban para no ensuciar la túnica.

El escapulario de una persona codependiente está alimentado por los lazos patológicos u enfermizos que lo atan al individuo dependiente.

Uno se hace adicto del otro hasta el punto de convertirse en “enanos emocionales”, “llegando lejos a costillas del otro”.

En muchas ocasiones la persona codependiente no le agrada la reeducación ni reinserción social del individuo dependiente pues le genera mucho trabajo vivir sin esa simbiosis.

Estar juntos es tan necesario como la llave y la cerradura, un purgatorio pagando penitencia del cual ambos se sienten complacidos al entrelazar sus roles.

La indulgencia y la codependencia se estrechan las manos.

Perdonar las culpas o concederle la gracia a un ser dependiente es un castigo para el ser codependiente.

Las personas independientes también son una cómoda amenaza habitual para ambos.
Los dependientes y codependientes pretenden conseguir sus objetivos sin la mayor valentía, es como querer dormir en una burbuja a cambio de la incomodidad que le pueda generar al que duerme en chinchorro ajeno.

El escapulario de un codependiente se puede fracturar sin castigos temporales impuestos por el adicto dependiente.

“El tiempo de un luchador es el sufrimiento de un mediocre” (Anónimo).

La indulgencia se viste camuflajeada de baja autoestima y se maquilla con la benevolencia.
Sin ti no soy nada, los celos, las alucinaciones visuales y auditivas, la manipulación y la maniobra, la posesión enfermiza y el lazo oculto bajo la túnica son un desgaste emocional y físico que raya en lo irracional.

Los vacíos internos no satisfechos durante la infancia necesitan un escapulario para robustecer el autoestima y minimizar la pseudo madurez que adoptan los adictos dependientes o los codependientes adictos.

La indulgencia en el adicto dependiente se vincula con la predisposición a exculpar y disimular los yerros o la pifia que frecuentemente generan.

Los círculos tóxicos, patológicos y enfermizos son una guinda, donde hasta la familia se hace paradependiente cargando cada uno con su propio escapulario.

La dependencia y codependencia son relaciones emocionales poco saludables donde no hay amor sino manipulación, protección y albergue.

Tal como en biología se sucede con: el comensalismo (interacción biológica donde sólo el comensal obtiene beneficio, mientras que el otro ni se perjudica ni se beneficia); el parasitismo (simbiosis donde hay una estrecha relación con el otro obteniendo beneficios ambos); y, el mutualismo (interacción biológica donde la simbiosis es más íntima obteniendo beneficio a costa de otra u otras especies).

Las relaciones o vínculos afectivos de los dependientes y codependientes se dan a través de juegos psicológicos, como el Triángulo de Karpman en el Análisis Transaccional: perseguidor, salvador, víctima. Un embrollo sistémico donde todos bailan al compás de una obsesión y compulsión.

¿Quien comparte este escapulario ajeno?

Dos no juegan, si uno no quiere.

Marbella Díaz Wever

Licda. Educación/Orientadora

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