sábado, marzo 15, 2025
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El gatillo resentido; por Marbella Díaz Wever

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Marbella Díaz Wever

Un proverbio africano señala: “El niño que no sea abrazado por su tribu, cuando sea adulto quemará la aldea para hacerla sentir su calor”.

Según la enciclopedia libre Wikipedia, “el 26 de julio de 1764, en el Condado de Franklin, Pensilvania, Estados Unidos, un grupo de Guerreros Ienape, llevó a cabo uno de los primeros ataques en Centros Educativos, quienes ingresaron a una escuela de colonos blancos, en ella estaba un maestro con varios niños; los indios con sus hachas de guerra cortaron el cuero cabelludo de todos los que estaban en la escuela matando brutalmente al maestro y a 10 u 11 niños, sobreviviendo solo 2 niños heridos, el suceso es conocido como la Masacre escolar de Enoch Brown”.

Largas décadas han pasado de aquel bárbaro incidente sanguinario, en el que las hachas usadas en la prehistoria, como armas para la guerra, cortar la leña o defensa contra el enemigo, fueron canjeadas por armas de fuego.

En el año 2020, las armas de fuego significaron la principal causa de muerte de niños y adolescentes en Norteamérica.

El 24 de mayo del presente año, en el poblado de Uvalde, Texas, USA, Salvador Ramos, un joven adolescente de apenas 18 años, perpetraba uno de los homicidios más mortíferos en la historia educativa de USA, la Masacre de la Escuela Primaria Robb de Uvalde, dejando 22 muertos y 15 heridos.

Con mucha frialdad, este joven sociópata-psicópata le disparó e hirió a su abuela, para luego ir de manera indiscriminada contra varios inocentes y dos maestras, siendo abatido por la policía tras el enfrentamiento.

Atrincherado, solitario, sin amigos ni pareja, con una infancia carente de unión familiar, vacíos existenciales, bullying, ausencia de valores, principios y afecto, relación casi nula con los progenitores, falta de empatía, escasas muestras de cariño, pero con el ímpetu galopante para accionar con su dedo índice el gatillo del arma de fuego que adquirió recién estrenada su mayoría de edad.

¿Quién puede dudar de las sombras, traumas, depresión, tristeza y resentimientos enquistados tatuados en un linaje disfuncional de maltrato y acoso?

La venganza de este joven estaba latente, bien sea para herirse en solitario o perjudicar (en algún momento) a otros, con el peso de sus profundas heridas convertidas en rencor,

mientras su madre declaraba a la prensa: “mi hijo tuvo motivos para hacer lo que hizo”, una aseveración de palabras lánguidas pues causan alarma en las familias enlutadas, en la comunidad en general y en muchos profesionales del área de la salud mental.

La mayoría de los individuos que accionan el gatillo, son seres resentidos, hijos del maltrato físico y verbal, de la rigidez, de las humillaciones, del consumo de drogas, de las violaciones, del abandono, del enojo a la vida, de la procreación cobarde, de las pasiones irascibles, en fin, de la disimulada patología tóxica.

La crianza así como la educación en los primeros 8 años de vida del infante son de sumo valor, pues el niño graba todo lo que ve, escucha y siente, tanto de sus padres (figuras centrales), como de aquellos que ejercen el rol de cuidadores en el ámbito familiar o social.

El psicólogo venezolano, Miguel Acosta P., señala: “ El miedo y la rabia generan en los hijos una relación de subordinación venenosa, al crecer castigarán a los padres, convirtiéndose en su propia figura y forma”.

La humanidad pareciera ir en picada.

La implementación del nuevo orden depravado mundial ha causado estragos en la higiene mental de las nuevas generaciones.

Los niños y jóvenes de hoy juegan a la horca, a la ruleta rusa y a disparen a matar.

Existe un gran agujero social que genera presión familiar y personal; la pérdida de identidad también es uno de los gritos resentidos que se escuchan como un moderno algoritmo irresponsable.

¡Cuidado con las redes sociales!, en ellas también se expresa el resentimiento, la mentira,  la depresión y la psicopatía,  convirtiéndose en un peligroso gatillo que conduce a la esclavitud, a la miseria humana y a la muerte.

Se requieren muchos abrazos para no quemar la aldea.

 

Marbella Díaz Wever

Licda. Educación/Orientadora

Locutora UCV – Escritora

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