Los hermanos Nelson y Horario Hernández Llinas llegaron a Barcelona hace ocho años huyendo de la situación política de Venezuela. Con pocos recursos y en búsqueda de crear una nueva vida en España, empezaron a pensar de qué iban a vivir. Por azares del destino, lo que siempre fue el entrante perfecto para todas sus comidas en su país se volvió su proyecto de vida.
En Venezuela habían trabajado en el sector del pan, pero al llegar aquí se dieron cuenta de que, en comparación con lo que ya se produce en infinidad de panaderías y obradores, el suyo era un pan que lo iba a tener difícil para abrirse hueco. Un día, sin embargo, mientras comían tequeños hechos por su madre, vieron una oportunidad en esa barrita de masa rellena de queso que muy pocos conocían en Europa.
Corría el año 2015 y se pusieron manos a la obra. Los hermanos empezaron a hacer tequeños en la cocina de su pequeño piso con la ayuda de toda la familia. Para poder pagar el alquiler, todos cogieron un segundo trabajo en otros oficios que realizaban de madrugada para algún día conseguir llevar a cabo su negocio. «El plan A y el B eran el mismo, que este proyecto funcionara», asegura Horacio.
«Una fiesta sin tequeños no es una fiesta»
No fue fácil: les cerraron muchas puertas. Hace casi una década, casi nadie en España sabía lo que era un tequeño ni conocía la gastronomía venezolana. Sin embargo, esto no se demoró mucho en cambiar. Gracias a los miles de venezolanos y colombianos que han migrado a España en los últimos años, todos con ganas de emprender y salir adelante en un nuevo país, este tipo de productos empezaron a abrirse hueco. A la gastronomía se añadió el componente cultural: «Una fiesta sin tequeños no es fiesta», afirma Hernández.