viernes, marzo 14, 2025
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Juan V. Vadell G.: “El popol vuh porteño”; por Marbella Díaz Wever

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(ENTREGA # 11 CON MOTIVO DEL BICENTENARIO DE LA TOMA DE PUERTO CABELLO)


Marbella Díaz Wever

Todo comenzó entre libros, revistas, suplementos, loterías y unos banquitos a nivel de la acera de la calle Bolívar porteña.

Un pequeño kiosko “sin nombre” frente al Mercado Municipal fue el espacio donde nació, lo que sería luego, la Librería Escolar, propiedad de don Juan Vicente Vadell Miquilena, oriundo del Tocuyo de la Costa (edo. Falcón), casado con María de Lourdes ‘Lulú’ Graterol de Vadell, porteña, quienes engendraron una familia de cuatro hijos: Mirthia, Manuel María, Juan Vicente y Vilma, frutos bañados de espumas, olas y caracolas.

Transitando el primer domingo de Adviento 2023, se sucedió este diálogo con el puertocabellano Juan Vicente Vadell Graterol, abogado, músico, profesor universitario, hombre culto, quien transita sus 85 años iluminado bajo el crepúsculo vespertino en los arreboles de la vida.

Nació el 04 de julio de 1938, en la tierra de Bartolomé Salom y cuna del músico Renato Capriles, director de la Orquesta Los Melódicos.

Don Juan Vicente Vadell Miquilena, padre de Juan Vicente.

Los padres de Juan Vicente acompañaron su travesía existencial con una profunda calidad humana sellando por siempre el corazón de todos sus hijos bajo el amor perfumado de sus predecesores fomentándoles el respeto a la dignidad del otro y los valores familiares así como el de los buenos amigos.

CRECER ASUMIENDO RETOS

Don Juan Vicente Vadell Graterol estudió la primaria en el Colegio La Salle de Puerto Cabello, recordando con entusiasmo sus compañeros: Andrés Vigas, Máximo Osta, ‘Rompe Tecla’ Salas y el joven Bosco.

La secundaria la cursó en el liceo Miguel Peña (los primeros cuatro años) y, el 5to. año en el liceo Pedro Gual de Valencia obteniendo su título de bachiller mención Filosofía y Letras, evocando con cariño en su transitar miguelpeñista a: Enrico Sabatino, las hermanas Freitas, Ana Josefina Rodríguez y Rosario Villalba.

Su niñez la vivió en la calle Miranda #61, cuyos vecinos cercanos era la familia Martínez Garcés, el padre Luís Martínez, hombre muy querido, trabajador del Dique y su hijo Edgar, con quien Juan Vicente tuvo una relación de amistad más estrecha.

La casa de la calle Miranda era una vivienda muy modesta, lugar donde doña Lulú y sus tías vivieron por años, pero que en un momento del devenir, la pequeña casita se desplomó y el sr. Vadell Miquilena debió construirla nuevamente, siendo la residencia donde permaneció la familia hasta salir de Puerto Cabello con destino a Valencia.

Frente a los Vadell vivía la flia. Párraga y en la esquina de la calle Miranda c/c Carabobo estaba la Molienda de los Parada, siendo Oscar, Oswaldo y Omar grandes compañeros de nuestro entrevistado y buenos jugadores de pelota. Al frente de la Molienda estaba la bodega San Diegana del sr. Ángel María Acosta y en la calle Miranda el hogar de la sra. Petrica Provence.

Doña Lulú Graterol de Vadell, pilar de la Librería Escolar, madre de Juan Vicente.

Don Juan Vicente Vadell Miquilena, padre de nuestro entrevistado, enfermó y fue llevado a la capital, al regreso de una consulta médica con el Dr. César Rodríguez, su diagnóstico era reservado, así comenzó a apagarse la vida de un hombre dedicado al trabajo, al compartir con los buenos amigos y la clientela, dejando un vacío en el lugar donde echó a volar sus sueños entre páginas y fantasías, cerrando sus ojos en Puerto Cabello en 1954.

“De un kiosco de revistas pasamos a una librería y de allí a un sello editorial. Nuestro padre quizás fue visionario, amante de la lectura por ello incrementó los artículos que se vendían en el Kiosquito (ubicado frente a la parada del autobús que venía de Puente Dentro), ampliando ventas de folletos, libros y textos escolares, novelas de historia, y revistas como Vanidades y Bohemia, ese fue el inicio de la Librería Escolar”.

“En una oportunidad estando mi hermano Manuel en el kiosko le vendió a una señora oriunda de Borburata 1/5 de billete de lotería, y resultó ser el primer premio ganador en el estado Carabobo, ella por agradecimiento nos regaló un racimo de plátanos verdes”.

“Después de morir mi padre, mi madre quedó al frente del negocio junto a mi hermana Mirthia. Era la época de Pérez Jiménez y mi hermano Manuel, genio y figura, siempre desde pequeño agitado, estudiaba en el liceo Miguel Peña, cuyo director era César ‘Pipo’ Arteaga Valera (abogado laborista) y el subdirector Prof. Luís Rafael Yépez (Castellano y Literatura), decidieron reunirse con mamá para comentarle lo que estaba sucediendo y enfatizar que era oportuno sacar de Puerto Cabello a Manuel pues alborotaba a los compañeros dentro y fuera del liceo temiendo que la Seguridad Nacional pudiera arremeter contra él”.

“Por tal motivo, mi hermano fue enviado a Barcelona-España, donde estudió el bachillerato en el Instituto J. Balmes y vivió cuatro años con la familia Mestre. A la sazón después de él irse, quedo como cabeza de familia, cumpliendo las obligaciones y responsabilidades diarias, cuidando a mis hermanas y celando la librería”.

“Tras la caída del general Marcos Pérez Jiménez, Manuel regresa al país, yo me estaba graduando de bachiller. Mi vocación era ser profesor y la vida me dio la fortuna y la oportunidad para cumplirlo así como mi amor por el Derecho”.

LIBRERÍA ESCOLAR Y SUS ALREDEDORES

“La Librería Escolar estaba ubicada en la calle Bolívar, cerca quedaba la Zapatería de Eduardo Dao; el negocio de Fuad Dao donde se vendían porrones y adornos; después el local de Tito Salas, quien también vendía periódicos; el Salón Kodak de Lameh Dao, donde se revelaban rollos de fotografías y vendían discos”.

“Cerca de la Librería había un ‘sucuchito’ cuyo dueño era del sr. Castro, vendía café y jugos, todas las mañanas mi padre y yo alternábamos para acercarnos y tomarnos un colaíto, allí también trabajaba el Sr. Lombano, quien amablemente ayudaba”.

Nuestro entrevistado disfrutando del acordeón acompañado de un violinista y de su hermano Manuel (+ 2020).

“Al lado del kiosko estaba la Ferretería La Bandera Blanca del sr. Jonás Pariente. En una esquina de la calle Bolívar estaba ‘La Chic Parisien del sr. León Schustter, donde vendían trajes; al lado vivía la familia Llamoza (las hermanas María y Hortensia).

MERCADO MUNICIPAL Y CALLE BOLÍVAR

“Desde temprana edad conocí la vida del Mercado y de los vendedores porque solía hacer las compras diarias para la casa. A la entrada del mercado municipal por la calle Bolívar estaba el sr. Luís Freites, quien guindaba y adornaba la pared con todas aquellas cosas que vendía; adentro estaba el negocio del sr. Teodoro Correa, quien tenía una pesa grande para la carne, vendía marrano y chicharrón; el del sr. Luís H. Scovino, quien vendía quesos y al lado un señor que tocaba un instrumento musical y vendía víveres; también el negocio de los morochos Suárez, quienes vendían caraotas y víveres; el de ‘medio millón’ vendedor de comida; otro negocio dentro del mercado que gozaba de buena clientela el del sr. Patricio, quien siempre me decía: ‘Vadelito conmigo apurado nada’; también estaba el del sr. Loaiza, quien vendía chicha con ajonjolí y tentalarias”.

“Detrás del Mercado Municipal, en la calle Plaza estaba el Hotel Universal, donde se hospedaban muchos vendedores foráneos”.

“En la calle Bolívar estaba el Bar Restaurante El Vesubio y en la esquina estaba la Botica El Mercado, cuyo dueño originario y fundador fue el sr. Olivos, atendiéndolo su hija la catira Olivos; luego fue adquirido por doña María Reyes”.

“Había un señor italiano que le encantaba poner discos en plena calle Bolívar con cierto volumen y su preferido era uno italiano que colocaba a cada rato, el long play se titulaba: ‘Canta Nápoles’ y la canción comenzaba con unas palabras del cantante, allí se agrupaban los italianos a cantar, rememorar, llorar y abrazarse”.

“En otra esquina del Mercado Municipal estaba La Casa Amarilla del sr. Luís Alfredo Herrera, donde vendían bisutería, lista de bodas, modas y era muy concurrida”.

“En la ave. Bolívar se encontraba el Comedor Popular ‘María Corina Olavarría’, luego el consultorio del Dr. Alfredo Guillén González (respetable otorrinolaringólogo), seguido la fotografía Velásquez; a mitad de la avenida vivía la sra. Cleo Martel, al lado la Policía y enfrente estaba la Fotografía Avril; por la parte trasera del Teatro Municipal estaba el Club Recreo, donde se hacían bailes en las tardes y de vez en cuando íbamos a bailar; en la calle Plaza estaba el majestuoso Teatro Municipal, donde presentamos algunas obras de teatro, así como el Orfeón Universitario y la actuación de Alirio Díaz a través del Centro Cultural de Puerto Cabello, fundado por Asdrúbal González, Raúl Pérez Maggio, Francisco García y mi persona”.

La Sra. Celeste de Vadell, esposa de Juan Vicente Vadell.

“En la calle Plaza también estaba el colegio Sagrado Corazón de Jesús, la residencia de don Arturo Pardo, el Bufete del Dr. Alvizu y entre mis añoranzas la Escuela de Música Augusto Brandt lugar de formación musical, en la cuadra del colegio La Salle”.

En mi opinión pareciera que el centro de concurrencia porteño coincidía en la plaza Concordia, tal como en Semana Santa se realizaba el encuentro entre la Dolorosa y su Hijo, donde los asiduos leían periódicos, pulían sus zapatos, tomaban el taxi, saboreaban los raspaos y se reunían bajo el verdor de sus árboles, era como una circunferencia que giraba en torno a las familias residentes, algunas muy conocidas y los negocios comerciales establecidos, mientras los visitantes caminaban por la calle Bolívar hasta llegar al Teatro para visualizar el mar, entrar a las tiendas, saludar, comprar los productos que ofertaban en la zona de mayor movimiento económico y de pronto tomarse una foto para el recuerdo.

Ciertamente muchas compras se consolidaban en el Mercado Municipal, sitio de pequeños establecimientos donde se conseguían los alimentos de primera necesidad así como granos, frutas y hortalizas, siendo cada negocio atendido por su propio dueño y de óptima calidad.

ENTRE PUERTO CABELLO Y VALENCIA

“Mi madre atendió con vehemencia el negocio de la Librería, trabajando también por muchos años, la sra. Edulfa y el sr. Cipriano Malpica, no sólo en la calle Bolívar sino cuando la Librería fue mudada a la calle Miranda”.

“Cuando estudié el 5to año, viajaba los fines de semana a Puerto Cabello en el Transporte Valpo, costaba 2 bolívares, mientras los otros cinco días de la semana estaba residenciado en una pensión en Valencia, casa de la familia Rebolledo, tomaba el autobús Transporte Cultura y me dejaba en la puerta del liceo Pedro Gual”.

“Al iniciar mis estudios en la Escuela de Derecho en la Universidad de Carabobo, debí vivir en una pensión en el centro de la ciudad cerca a la Sanidad y el Teatro Municipal. En ese entonces dependíamos económicamente de nuestra madre y nos daba 10 bolívares semanales, razón por la que tuvimos que tomar una decisión, que Manuel estudiara y yo me ocupara de la Librería, el dinero no daba para que mamá nos mantuviera a los dos, busqué trabajo y gracias al prof. Héctor ‘Toto’ Nieves quien me ayudó a conseguir unas horas de clases en el Instituto Nueva Valencia”.

“Después de la caída de Pérez Jiménez se apertura el liceo Martin J. Sanabria, y el prof. Héctor Nieves comienza a trabajar allí, las horas que él tenía en el Instituto Nueva Valencia me fueron asignadas e impartía las asignaturas de: Literatura Americana, Castellano, Formación Social Moral y Cívica. Recuerdo que en el 5to. año hacía hincapié en el Popol Vux y muchos compañeros y alumnos comenzaron a llamarme ‘Popol Vux’. El dueño y director del Instituto era el prof. Víctor Luckert y el socio era el prof. Villarroel. Durante 8 años trabajé como docente y recuerdo que entre mis alumnos destacados estaban los hermanos Jurado”.

“Mis tertulias sobre algunos temas escabrosos del Castellano los debatía con el prof. Luís Rafael Yépez, reuniéndonos a menudo en el centro de Valencia”.

Esos héroes divinos pertenecientes a las primeras dinastía de la humanidad, capaces de la creación de un mundo, lugar donde se limpiaban todos los obstáculos del hombre para vivir en un mejor lugar, estableciendo pautas de convivencia para la humanidad según algunos de los mitos que subyacen en las aventuras del texto sagrado maya Popol Vux, fueron los que enamoraron a Juan Vicente Vadell Graterol, autoridad suprema de la Literatura mientras impartía sus clases como profesor de bachillerato.

Hombres de lodo, hombres de madera y hombres de maíz inician la belleza en el siglo XVI bajo la pluma de Diego Reinoso, un indígena que escribió en quiché la imperiosa necesidad de crear el hombre con una amplia consciencia.

Juan Vicente Vadell ha transmutado su esencia a través de la música como canal de comunicación, bien sea al son del cuatro o del acordeón, este insigne porteño aprendió los primeros acordes junto al barbero Sergio Gadaleta en un minúsculo espacio en la plaza Concordia.

La familia Vadell Arocha junto a los hijos y nietos.

Puerto Cabello lo convirtió en un hombre querendón, de bien, a pesar de la prematura partida de su padre y las dificultades económicas.

Sus grandes amigos porteños Guido Fernando Sabatino H., Miguel “el Negro” Figueredo y Francisco “Kiko” García con quienes siempre mantuvo lazos fraternos no sólo por la génesis sino por los cantares en el transitar de los años.

ALMA MATER, UNIVERSIDAD DE CARABOBO

Pasearse por la vida de Juan Vicente Vadell Graterol es encontrar siempre un punto de encuentro y apoyo por parte del prof. ‘Toto’ Nieves hacia su persona, sirviendo de lucero que guió su camino y de puente para enlazar los rumbos que lo conducirían al horizonte del éxito. Recibiendo su título de Abogado el 11 de octubre de 1962 en el alma mater.

“Me desempeñé como profesor de la Universidad de Carabobo durante 32 años, en la cátedra de Derecho Mercantil junto a los profesores: Gustavo Pineda, Mármol, Pedro Rondón y Benito Jurado”.

“Pido perdón al alumnado porque fue una cátedra estricta, sangre, sudor y lágrimas, sin embargo el mayor halago es encontrarse con un alumno que nos abrace y reconozca”.

QUE ENTRE LIBROS TE VEAS 50 AÑOS DE EDITORIAL HERMANOS VADELL

“Nace en Puerto Cabello en nuestra casa materna de la calle Miranda, un domingo en horas del almuerzo, mi hermano Manuel me convoca a la azotea para conversar, allí nos reunimos comentándome un trabajo de nuestro amigo Domingo Alberto Rangel titulado ‘Los Mercaderes del Voto’, crítica severa a las votaciones en el país. Entre los hermanos hicimos una ‘vaca’ y decidimos imprimir la primera edición, en ese momento no había sello y se me ocurre el nombre ‘Vadell Hermanos Editores’, Manuel llevó el timón de esa embarcación la cual tuvo éxito”.

“Un sótano de Caracas se convierte en sede, depósito y almacén, recepción de solicitudes de edición y toma de decisiones, comienzan a imprimirse libros de política, novelas, historia y textos jurídicos, en fin 800 títulos en 50 años”.

UNA FAMILIA ENTRE CORCHEAS Y PENTAGRAMA

“Me casé en Valencia el 02-12, hacen 57 años, con una hermosa yaracuyana Celeste Olivia Arocha de Vadell, quien trabajaba en el Banco Carabobo, de nuestra unión nacen 4 hijos: María de Lourdes (Directora del Conservatorio Música Carabobo y prof. de violín), Celeste del Carmen (violoncelista y prof. del Conservatorio), Juan Vicente (comerciante y apasionado del oboe) y Manuel Ernesto (violinista y concertista)”.

“Presidí la Orquesta Sinfónica Carabobo por 6 años y actualmente me desempeño como Consultor Jurídico del Conservatorio”.

“Mi madre falleció en Valencia en el año 2001 y mi hermano Manuel en Caracas en el 2020, mis hermanas viven en Valencia. Agradecido con Dios por mis raíces, por mis padres y la familia que formé junto a mi esposa, estoy satisfecho”.

Atrás quedaron los recuerdos inolvidables de las tarjetas perfumadas navideñas que vendían en la Librería y que el nativo hacía cola para darlas de recuerdo a las amistades y familias en Diciembre, una bonita manera de también adornar las puertas y el árbol navideño y en muchas ocasiones guardarlas como marcador de textos.

El sabor del café frío despachado en el Bar Roma como costumbre italiana y los sándwiches de la Bodega Española, de los hermanos Rodríguez.

Juan Vicente sigue activo en su profesión desde su escritorio en el edificio Tacarigua donde se encuentra el bufete.

Sepa porteño…

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