Marbella Díaz Wever
¡Premio Nobel de la Paz!
Tenzin Gyatso (actual dalái) de 87 años o Lhamo Dondhup nombre bautismal del decimocuarto dalái lama, representante de la religión bön, quien logra el control parcial o total de la muerte sobre la forma de su reencarnación y del lugar de su nuevo nacimiento, crisma del lamaísmo o budismo tibetano, considerado líder espiritual y guía libertario de la región de Mongolia y Bután, sacó su lengua a un infante pidiéndole que se la chupara posterior al beso que le exigió forzadamente en los labios.
El vídeo, las noticias y las críticas que han circulado en las redes sociales en los últimos días han causado indignación e indigestión a muchos seguidores y a otros que hemos respetado su afanosa lucha contra la violencia, como sus mensajes de paz a nivel mundial, razón por la que se le otorgó en 1989 el Premio Nobel de la Paz.
La lengua es castigo del pueblo no sólo en palabras sino en hechos decían las abuelas, pero también puede ser utilizada como símbolo de “abuso infantil”, en este caso público y notorio donde el doctor en Filosofía del budismo traspasó los límites de su sagrada túnica dejando al descubierto una “debilidad sin santidad” y una profunda herida emocional en un niño que sólo quería darle un abrazo.
Las disculpas no tienen cabida “maestro reencarnado” después de los aplausos y las risas de tantos indolentes presentes pues el bochornoso episodio ha ridiculizado la fe de su doctrina y lo más preciado de una criatura: “su inocencia”, propiciando una marca bestial en su futuro proceso evolutivo y crecimiento psicoemosocial.
Vaya creencia irracional la de muchos, quienes consideran que debajo de sotanas y batolas hay “dioses” o “deidades terrenales”, cuando realmente hay seres instintivos, limoneros carnales, que no escapan de cometer canalladas para consumar sus apetencias sexuales enredando sus crucifijos y escapularios en las sábanas oscuras de la pedofilia.
Basta de idolatría, de reverencias a gurús o iluminados de la compasión.
¿Quién le devuelve el resplandor psico-emocional al pequeño púber qué sólo quiso abrazar al misionero de la Paz?
El abuso sexual no comulga con meditación, elevación, incienso o reencarnación, es una grieta profunda que carcome los huesos, marchita los sentimientos y desdibuja el amor.
El velo del Tibét se ha rasgado agrietando la gema cumplidora de los deseos tal como hace miles de años el velo del Templo al morir Jesucristo se rasgó en dos.
Indistintamente que la cultura y sociedad tibetana disfrute ver a Su Santidad Yeshe Norbu o Kundun – La Presencia haciendo travesuras siniestras, los derechos de los niños se respetan sin distingo de raza, de credos o geografía, ellos no son trincheras, son ángeles intocables cuya transparencia se refleja en sus rostros e ilumina la presencia de Dios.
No actuemos como Pilatos lavándonos las manos, cuestionemos los abusos, el maltrato, los vejámenes, la conducta sádica-masoquista y narcisista, de esa manera frenaremos los enfermos sexuales, los transgresores, los déspotas y los criminales.
¿Acaso este culto mórbido forma parte del Nuevo Orden Mundial?
A los niños ni con el pétalo de una flor.
Sepan.