ENTREGA #5 CON MOTIVO DEL BICENTENARIO DE LA TOMA DE PUERTO CABELLO
Marbella Díaz Wever
“…¿Dónde tuvo su origen la gaviota primera
y el cardumen de peces que brilla el firmamento?
¿Qué recóndito amor puso en tu amor acento
para hacer de tus mares esa ilusión viajera?
Que eres ciudad porteña, de guarura encantada, de girasoles tibios y de árbol madrugada, con espumas, gaviotas y luceros en flor.
Y en tus brazos bahía está el sino del mar:
Amor de marinero para el eterno amar,
y amar eternamente de marinero amor”.
(Asdrúbal González).
Corrían los años ‘50, Francisco Franco ejercía el poder dictatorial en España…
El Telémaco zarpaba desde Valle Gran Rey en el sur de la Gomera, don Manuel Navarro Rolo embarcaba en el navío clandestino junto a 171 canarios, el motovelero pesquero aglomerado de españoles huía de la tiranía franquista con destino a América en pro de una mejor calidad de vida, bienestar y trabajo para sus ciudadanos. Todos a bordo estaban ilegales pero debieron pagar una suma importante de dinero (entre 3.000 y 5.000 pesetas de la época) para emprender la odisea que con los años se transformaría en historia, leyenda, proesa y poesía.

Hacinados junto al ganado, buscaban llegar pronto a tierra firme, muchos enfermaron en la travesía, sin embargo los rezos se hicieron presente como cordón de tres dobleces, Dios no tardó en responder, a pesar de las inmensas olas que mecían las almas culpadas a un exilio obligado y bamboleaba la embarcación que transportaba el éxodo de isleños llegaron al puerto de La Guaira para cumplir una misión de vida.
Casi todos dejaron atrás la familia, cargaron con una pequeña maleta y desembarcaron en la tierra de Bolívar bajo el mandato en ese momento del General Marcos Pérez Jiménez.
Entre los viajeros, un poeta popular escribió entre décimas su experiencia: “Ya terminó la jornada, no hay que dudar del Destino que nos conduce al camino de la extranjera morada, esta tierra codiciada hija fue del pueblo hispano, y como somos hermanos de esta rama positiva, nos alienta darle un viva al pueblo venezolano” (Manuel Navarro Rolo).
Fue así como don Manuel Navarro Rolo, despejó el camino y el cielo encapotado para que su hijo Manuel Navarro Correa siguiera sus pasos y llegara años más tarde a tierra venezolana.
En agosto de 1960, descendía legalmente al puerto de La Guaira del barco Virginia de Churuca, con tan sólo 26 años.
El profesor Manuel Navarro Correa nació el 12 de enero de 1934 en Valle Gran Rey (La Gomera, Canarias). El hijo mayor de Carmen Correa Piñero y Manuel Navarro Rolo, estudió la primaria en su pueblo natal y a los 11 años ingresó en el Seminario de Tenerife para cursar sus estudios de secundaria.
FORMACIÓN Y EDUCACIÓN
“Mi madre vio los cielos abiertos cuando entré al Seminario, era una manera de romper con la pobreza y los hierros pues de quedarme en la Gomera mi futuro sería trabajar en el campo.
Al concluir el Seminario volví a Valle Gran Rey donde finalicé la secundaria en la modalidad de libre escolaridad.

Posteriormente retorné a Tenerife para iniciar mis estudios superiores en la Universidad La Laguna, mi vocación siempre estuvo inclinada hacia el humanismo por ello elegí Filosofía y Letras Sección Filología Románica (egresando en 1957)”.
REENCUENTRO
“Al llegar a Venezuela abracé a mi padre y valoré todo el esfuerzo que hizo por la familia tras la búsqueda de nuevos horizontes en otro continente, más que una aventura fue el encuentro de un país cálido con ciudadanos de costumbres análogos a los antecedentes que nos unen como países hermanos; él trabajaba como repartidor de pan por los valles y cerros de Caracas, con ello nos mantuvo y fue mi ejemplo a seguir”.
En la capital, nuestro entrevistado se instaló en una pensión, comenzó a trabajar en varios Institutos hasta que decidió ir con sus papeles debajo del brazo hasta el Ministerio de Educación, buscando una oportunidad u oferta de trabajo como profesor de Castellano, Literatura, Latín, Francés, Arte, Sociología y Psicología, asignaturas con gran abanico de posibilidades laborales.
Al poco tiempo recibió un telegrama con la buena nueva, un cargo como docente en el Liceo Miguel Peña de Puerto Cabello, cuyo director para la época era el prof. Armando Montesinos.
“A veces la ruina de algunos es la bienaventuranza de otros, decía mi madre”.
LA CIUDAD PUERTO
Así comienza una historia filosofal en el litoral carabobeño. Tras la ausencia de un hermano “lasallista” que laboraba en el liceo Miguel Peña, el prof. Manuel ocupa el cargo vacante y junto a su pequeña maleta llega al puerto por la carretera vieja.
“Difícilmente podía ejercer en España porque los concursos de oposición ya tenían nombre y apellido asignados. Puerto Cabello simbolizó un lugar semejante a Canarias. Me hospedé de soltero en el Hotel Niza, conocí a don Jesús Plasencia M., un paisano gomero con quien compartí en algunas ocasiones así como otro isleño, Juan El Pescador, quien vivía en el barrio La Isla, era analfabeta y cuando Ítalo Pizzolante fue Alcalde, él comentaba: ‘Ítalo Venezolano nos quiere obligar a leer’”.

De alguna manera, el prof. Navarro debía enviar ayuda monetaria a su madre y a sus hermanos porque su padre había decidido regresar a Canarias, lo que motivó su mudanza al edf. San Antonio frente a la empresa Boulton (Los Muelles), para ahorrar dinero y poder cumplir con sus deberes.
El prof. Manuel Navarro también había dejado la otra mitad de su corazón en España, doña Olga Trujillo, oriunda de Santa Cruz de Tenerife, una hermosa mujer que ansiaba el regreso de su amor, sin embargo la mutua decisión de casarse por poder fue la solución, así ella también se encaminó a Venezuela en 1963.
“Pasó un vago pensamiento por hijos de la Gomera, cual nube pasajera que va por los elementos, tras continuos sufrimientos, peripecias y tristuras para lanzarse a la anchura de tan penoso camino a luchar con el destino de sedientas aventuras” (M.N. Rolo).
EDIFICIO NANCY
“El día de mi matrimonio fue un sábado, había otorgado un poder a mi padre, ese día mientras pescaba boquines en el Malecón porteño, se realizaba los trámites de la boda. Cuando mi esposa Olga llegó a Puerto Cabello nos mudamos al edf. Nancy, construido por Don Arturo Pardo, establecimos lazos de amistad con la Flia. Zambrano, Flia. Baute, Flia. Solarte, entre otros. En Puerto Cabello nacieron nuestras tres hijas: Carmen Olga, médico anestesiólogo del CPLV; Ana María, Ingeniero – Doctora en Informática residenciada en el Reino Unido; y, Zaida Maritza, Magister en Gestión Empresarial, residenciada en España, de la saga ha sido la única en regresar a Canarias”.
LICEO MIGUEL PEÑA
“Trabajé en el liceo Miguel Peña durante 13 años y en el Nocturno Bartolomé Salom durante 20 años, cuando llegué al liceo también encontré un paisano isleño, el prof. Limiñana, oriundo de La Palma, quien llegó mucho antes; otros compañeros de trabajo, los prof.: Diego Aponte, María de Aponte, Vestalia Rojas, José Candelario Velandria, Maruja Acuña, Nelsón Donquis, entre otros.
El liceo Miguel Peña fue mi primera fuente de trabajo, fui padrino de muchas promociones y recuerdo algunos alumnos: Days de Sosa, Mariela Solarte, Alberto Sosa Olavarria, Luis Rodríguez, Rosalba Parra, Chichita Alvarado, Alfredo Solarte, Manuel Puche y otros tantos que a mis casi 90 años se escapan sus nombres de mi cerebro. Me desempeñé como Sub-director del liceo Manuel Gual por 5 años, momento en el que mis intereses profesionales se volcaron para impartir clases en la Universidad de Carabobo y hacer carrera como profesor universitario, de la cual me siento orgulloso”.
RECUERDOS DE PUERTO CABELLO
“Puerto Cabello era un pueblo grande, tranquilo, dependiente del tráfico de los buques. Apenas había una carretera muy inhóspita para llegar a Valencia, aún no existía la autopista y la otra conexión era a través de Morón. Fui un profesor reconocido y siempre mantuve un comportamiento ejemplar. Ser profesor en ese entonces era dar ejemplo hasta en la forma de vestir, usaba traje y corbata, hoy las cosas han cambiado. La plaza Flores era una plaza arbolada y recoleta. El Malecón era el lugar de encuentro de los porteños. El cine Rialto era mi favorito y don José Pansini además de amigo fue nuestro fotógrafo. Mis hijas nacieron con el Dr. Luís A. Vargas P. y, Rapallo gran amigo con el que intercambié muchos conocimientos.
Los paseos en familia eran a la playa Quizandal o al Rincón del Pirata”.
VALENCIA
“Decidí mudarme a Valencia por mis aspiraciones en el campo de la docencia universitaria, en el año 1974 ingresé a la UC, Escuela de Educación, impartiendo la asignatura de Castellano y Lingüística.
Son muchos años viviendo en Valencia pero me molesta que se expresen mal de Puerto Cabello, lugar de recuerdos y añoranzas, donde tuve la oportunidad de escribir y dedicarle mis dos primeros libros a la ciudad”.
EL PORTEÑAZO
“El día de la asonada, me fui temprano con mi esposa a Valencia, íbamos a realizar unas compras en Sears, al montarnos en la camioneta de pasajeros el chofer comentó: ‘la cosa está fea’, se había alzado la Base Naval y El Palito estaba trancado, nosotros no entendíamos, pero en escasos minutos comenzamos a escuchar los gritos y llantos de muchas madres por sus hijos. Al llegar a Valencia ya la noticia corría como pólvora, regresamos y al no poder pasar nos dirigimos a Turmero donde mi esposa tenía una hermana monja, nos recibieron y dieron cobijo durante dos días, por la radio se escuchaban las noticias de la situación, considero que fue un mal rato, varios alumnos míos murieron porque formaban parte de las filas izquierdistas, inclusive uno murió en la azotea del liceo Miguel Peña acribillado. El liceo había sido bombardeado y una bala dejó una cicatriz inmensa, se realizaron misas por los alumnos fallecidos en el liceo”.

LA MUSA POÉTICA DE MI PADRE FUE UNA HERENCIA
Manuel Navarro Correa es Doctor en Filosofía y Letras (1983), pertenece a la Asociación Lingüística y Filología de América Latina, Miembro de Número del Instituto de Estudios Canarios, Miembro Correspondiente de la Academia de la Lengua Española capítulo Carabobo.
“Heredé de mi padre la lira poética así como la escritura, él fue un hombre reconocido aquí y en España, sus décimas fueron recopiladas, y publicadas en Caracas pero se hicieron famosas en España”.
En Puerto Cabello el prof. Navarro Correa escribió dos libros reconocidos: 1) “En Torno a un Atlas Lingüístico Venezolano”, publicado en 1972 a través de la UC, donde comenta la geografía lingüística existente en Venezuela; 2) “El español hablado en Puerto Cabello”, 1era. edición 1995, publicado por la UC, referente al contenido de la Tesis Doctoral en la Universidad de La Laguna, Tenerife, trabajó de campo arduo donde el prof. Manuel recopiló con su grabadora el nombre de 65 informantes, los dividió de acuerdo al sexo y el estrato social elaborando mapas de comparación no referentes al vocabulario sino a la pronunciación, un libro cuya portada vislumbra la ilustración de La Calle Lanceros; y 3) “El Habla de Valle Gran Rey (la Gomera)”, donde publica la tesis de la Licenciatura en un Cuaderno de Dialectología publicado en 2001.
EL ESPAÑOL HABLADO EN PUERTO CABELLO
“El español de Puerto Cabello es una lengua propia de las tierras bajas, para el momento del estudio de investigacion había una población de 120.000 habitantes y la muestra escogida fue de 65 personas, el español porteño se parece al de Canarias en cuanto a la pronunciación”.
“La lingüística es una ciencia que estudia de manera rigurosa todo lo referente al lenguaje, para muchos es árida para otros fascinante”.
“Tanto por la lengua y la cultura en general somos iguales a la península ibérica, a los africanos como a los americanos, de tal manera que yo soy cuasi africano porque nací en las Canarias, pertenezco a España y Venezuela”.

“El sol su disco escondía en el rizado horizonte, cuando perdimos los montes de nuestras islas queridas, sólo el faro se veía dando sus vivos destellos que iluminaban muy bellos nuestra ruta solitaria, último adiós a Canarias, tristes recuerdos aquellos”. (M.N.Rolo).
A pesar de que Puerto Cabello estuvo sometido a desobediencias armadas, representó tierra de encanto para el disfrute de los migrantes y viajeros.
El prof. Navarro Correa es uno de esos ilustres hijos adoptivos de la ciudad porteña.
Os ha dejado huellas, pues si bien han podido ser incomprendidas, con el transcurrir del tiempo, sus palabras han cobrado sentido y justificación.