José Gabriel Velásquez Colina
Ha pasado un tiempo desde la última vez que tuve la oportunidad de escribir de cine de nuevo, sin embargo, desde mucho antes de mi último artículo sabía que este texto sería una realidad inmutable, Oppenheimer y mi persona era una cita que se encontraba pendiente desde uno de mis anteriores escritos donde la predecía como el mejor film del 2023, y como disfruto el hecho de que tuve la razón, no por vanidad, sino por el gozo de haber presenciado la mejor pieza cinematográfica que he visto en años.
La experiencia sobrecogedora qué permanece en el espectador tras salir de la función de Oppenheimer, de Christopher Nolan, es un sentimiento invaluable del cual es difícil desprenderse. Todas las expectativas generadas por la doceava película de Nolan se cumplen en el goce del espectador, sin excederse, pero generando gran cautivación de todas formas: Una experiencia fílmica carente de CGI, cobertura total de cámaras IMAX, un elenco fantástico y talentoso, una producción sublime, ambientación estética sombríamente sobria, y claro está, un trabajo de dirección y guion magnifico por parte del maestro Nolan, quien, a pesar de acostumbrarnos a ello, sigue sorprendiéndonos.
Oppenheimer es cine crudo y exquisito en su máxima expresión: un Blue Label fílmico en perfecto estado, sin corromperse por ingredientes incluso acordes Fácilmente (garantizado) el futuro candidato más fuerte en la próxima temporada de premios, la calidad del film se hace demostrar en la precisa armonía del tratamiento de los elementos cinematográficos de la cinta; lo que Nolan ha entregado es una obra maestra fílmica impregnada de un gran despliegue técnico, innovador y emocionante en las tres aristas que hacen del cine «cine»: Narrativa, producción y montaje.
La trama de Oppenheimer es una de calidad profundamente inmersiva, si bien su inicio es pasivo, la película desarrolla un ritmo narrativo ascendente a medida que avanzan los minutos del metraje hasta llegar a múltiples clímax, elevando a millón las emociones de los espectadores; la secuencia de la «Prueba Trinity» quedara como una de los momentos más icónicos en la historia del cine en general, no solo contemporáneo.
La historia presenta un drama político sumamente complejo, no por ello difícil de entender ni fácil de asimilar, tanto para el espectador que conoce el contexto histórico del film como el que lo desconoce. Nolan no consiente al público, pero tampoco lo trata de idiota, en una trama bien construida y comprensible aun con los detalles técnicos complejos pero acertados presentes en los diálogos de los personajes. La esencia de Nolan se hace sentir en Oppenheimer, y se desarrolla en una película que aun siendo del género dramático impacta al espectador con su poderosa narrativa hasta el punto de horrorizarlo, aterrarlo y extasiarlo.
Todos los elementos de Oppenheimer destacan por su calidad soberbia, sin embargo, es innegable el hecho de que hay dos elementos que se roban el show, y esos son la edición de sonido y la banda sonora. Nolan entrega su mejor trabajo de sonido desde su décimo film Dunkirk/Dunquerke (2017), una experiencia inmersa de calidad superlativa que deja sin palabras al espectador. El soundtrack a cargo de Ludwig Göransson, quien vuelve a hacer equipo con Nolan tras Tenet (2020), de una forma espectacular controla las emociones del espectador durante el completo desarrollo de la cinta, desde las escenas más pasivas hasta las más intensas, el trabajo de esta fantástica banda sonora no pasa discreto en la sala de cine por nadie, algo digno de alabar al tomar en cuenta lo fácilmente que puede pasar desapercibido este elemento de una película en la percepción de múltiples espectadores. Aseguro con absoluta certeza la victoria en los próximos Oscar de estos magníficos trabajos en sus respectivas categorías.
Como era de esperarse, el elenco de Oppenheimer realiza una espléndida labor. Con grandes nombres como Matt Damon, Florence Pugh, Emily Blunt, Casey Affleck, Rami Malek y muchos más; todos los personajes del filme cumplen de forma alucinante los roles seleccionados, desde los acreedores a mayor tiempo en pantalla, hasta aquellos con menor tiempo, como son los casos de Gary Oldman y Toni Conti en sus papeles del presidente Harry Truman y Albert Einstein respectivamente.
A pesar de todo, y como es el deber ser, la gloria de los performance de la película se encuentra a cargo de los protagonistas de la misma: Cillian Murphy como J. Robert Oppenheimer, y Robert Downey Jr como Lewis Strauss. Murphy y Downey Jr exceden las expectativas puestas en sus interpretaciones, incluso para los admiradores de su trabajo. Robert Downey Jr ofrece una actuación soberbia con la que se coloca en la carrera de los Oscar y demuestra ser un intérprete talentoso que es mucho más que Iron Man. Por su parte, Murphy en su performance, encarna perfectamente al «hombre de la película», haciendo gala de su talento y dando catedra de su alta capacidad multifacética. El actor, quien es un intérprete recurrente en la filmografía de Nolan, nos permite entender con su trabajo a una de las mentes más geniales de la humanidad, a la vez que nos hace dudar de la cabalidad de nuestra comprensión de la naturaleza racional, espiritual y ética del padre de la bomba atómica… un hermoso paralelismo con una nominación al Oscar a mejor actor garantizada.
Aunque tratándose de una cinta del género dramático, del tipo «Biopic» específicamente, Oppenheimer es una de las películas más intensas y aterradoras en los últimos años, sino de la historia, del séptimo arte. El tratamiento narrativo del film no se contiene en explorar la ética y realidad horrorosa que supuso la creación de las armas nucleares y las posibilidades con respecto a las mismas que el futuro aún tiene por dictar, una espada de Damocles que mientras se escribe (y lee) este texto aun pende sobre la humanidad.
Actualmente, el mundo está plagado de conflictos armados, siendo el más peligroso la guerra Ruso-Ucraniana, al estar involucrado directamente en el mismo un régimen autocrático con un amplio arsenal nuclear (Rusia)… independientemente de si el espectador es consciente de la realidad actual del mundo, las posibilidades construidas por el film calaran profundo en su psique, garantizando un estado de temor y horror al terminar de visualizar la película y comprender lo que acaba de ver junto con las famosas palabras de Oppenheimer: «Now I am become death, the destroyer of worlds/Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos».
Lo que es seguro es que el cine GANA con Oppenheimer, y es grato saber que el mismo está lejos de morir. Sin duda la mejor película en mucho tiempo, y la experiencia cinematográfica más pura desde Top Gun Maverick (2022) de Josep Kosinski. La historia del padre de la bomba atómica y del mundo actual es una experiencia que DEBE ser disfrutada en cine porque simplemente ES la definición de cine.