sábado, junio 14, 2025
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Pedro C. Villasmil A.: “ODA de un Farmaceuta y León en los recuerdos de Puerto Cabello”; por Marbella Díaz Wever

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Marbella Díaz Wever

Ha sido largo el trayecto desde la primera Farmacopea conocida como “Recetario Florentino” impreso en Florencia, en 1498, hasta el vademécum farmacológico actual donde los médicos y farmacéuticos consultan las indicaciones y composiciones de los medicamentos.

La ciencia ha avanzado y los medicamentos o “remedios” también han evolucionado gracias a la revolución tecnológica de la medicina, el auge de la bioquímica y la biología molecular, se han creado nuevos fármacos como acompañantes del recurso médico, paliativos principales de las enfermedades o padecimientos. Aún queda mucho camino por recorrer para la industria farmacéutica pero sin duda hacia allá es el apunte.

El salto de las boticas a las nuevas y modernas farmacias ha sido abismal.

En el recuerdo quedó el boticario, regente graduado o farmaceuta, aquel que con su bata blanca preparaba los menjurjes, pócimas, ungüentos, brebajes, pomadas, a veces catalogados como “yerbateros” o “chamanes”, porque los medicamentos más vendidos, en un alto porcentaje, eran elaborados gracias a la botánica.

Don Pedro Villasmil junto a sus memorables padres

Puerto Cabello fue una ciudad con apogeo farmacéutico, para muestra la llegada del Dr. Pedro César Villasmil Aranguren (88 años), oriundo de San Juan de los Morros, nacido el 29 de junio de 1935, el hijo de doña Rosa Amparo Aranguren Nadal (Boconó) y Aníbal José Villasmil Gabaldón (nativo de Boconó, primo del Dr. Arnoldo Gabaldón y quien fuera Abogado, juez en Calabozo en el año 1935 bajo el mandato de Juan Vicente Gómez).

La familia Villasmil-Aranguren en compañía de las niñas: Rosa Blanca, Mercedes María y Lourdes Amparo vivieron poco tiempo en San Juan de los Morros, se trasladaron a Barquisimeto donde permanecieron 9 años, siguiendo ruta a la capital del país donde se establecieron definitivamente y donde nuestro entrevistado culminó los estudios básicos en el Colegio Fray Luís de León y en el liceo Luís Ezpelosin, recibiendo título de bachiller en el liceo Fermín Toro.

A muy temprana edad comenzó a trabajar en en el antiguo Banco Obrero, posterior INAVI, cumpliendo horario en los dos turnos, ejercía funciones como liquidador y jefe de obreros, era la época de Marcos Pérez Jiménez.

Su pasión era ser médico pero el horario del trabajo le impidió cumplir con las horas académicas; en ese entonces estaba recién inaugurada la Universidad Santa María y fue así como decidió elegir una carrera afín a su vocación, estudiando incansablemente hasta recibir el título universitario de Farmaceuta en el año 1959.

PUERTO CABELLO

“Llegué a Puerto Cabello el 01 de agosto de 1959. En esa época los sueldos de los farmaceutas eran muy bajos y me ofrecieron contrato por un año con un buen sueldo en la Farmacia Nacional, ubicada en la esquina de la plaza Concordia a 50 mts de la Zapatería Concordia, cuyo dueño y regente el Dr. Zubillaga la atendía, siendo también dueño de Droguería Lara y a su vez de varias farmacias en el país”.

“A un mes de arribar a Puerto Cabello, contraigo nupcias en Caracas con Yolanda Galíndez de Villasmil, barquisimetana y también farmaceuta egresada en la Universidad Santa María. Nos residenciamos en Rancho Grande frente al lote 24, cerca del sajón que se comunicaba con la Urb. Tejerías, en la casa que era de la flia. Casal, en la esquina quedaba la Bodega Venezuela y a dos cuadras vivía el Dr. Luís A. Vargas P.”.

“Después nos mudamos por la calle del Cine Capri, una casa propiedad de don Salvador Arenas, contando con maravillosos vecinos como la flia. D’ Andrea, la flia. Lacava y en la esquina nuestro entrañable amigo Ítalo Pizzolante. Después nos residenciamos en el lote 30, vecino del Dr. Jesús Diaz Noriega y finalmente a Cumboto Norte».

“Al cumplirse el año de mi ocupación en la Farmacia Nacional decidimos quedarnos a vivir en Puerto Cabello y emprender nuevos caminos con nuestros oficios profesionales. Asento la Farmacia Juan José Flores en toda la avenida frente a la Panadería Venezuela y la Panadería Capri de Salvador Arenas. Mientras tanto, Yolanda ejercía labores en la Farmacia Rancho Grande cuya regente era la sra. Chelo de Pierce. Posteriormente, ella trabajó en la Farmacia Americana, propiedad del sr. Bello hasta que decide establecer la propia, Farmacia La Congelación”.

Nuestro entrevistado desde la Plaza de Toros de Puerto Cabello, corrida entre amigos, al fondo el Dr. Luís A. Vargas

“De nuestra unión nacieron tres encantadoras hijas: Yoleitza, Yoletz y Yolmar, quienes aún permanecen en el puerto azul de leyendas. Yolanda Galíndez partió al encuentro del Padre, el 05 de julio del 2014. Gracias a mi trabajo compartí y establecí profundos lazos de amistad con queridos médicos de la época así como con una porteñidad arraigada”.

“Conocí el Hotel Los Baños, me encantaba comer arepas donde Briceño Ven, iba al cine Capri o Rialto, paseaba por el Malecón y compartí en el Club de los Amigos de los hermanos Aponte que quedaba entrando a Puerto Cabello”.

“El puerto fue el nido donde me arraigué, el lugar donde puse en marcha mi profesión; nacieron mis hijas; donde compartí con mis compañeros ‘leones’; donde jugué softball en el equipo ‘Los Optimistas’ junto a Freddy Cegarra, Salamalè, Lecuna; donde disfruté de las playas y clubes como el Guaicamacuto del sr. Guillermo Vadel; donde aposté por la ciudad invirtiendo como fundador y accionista de la Plaza de Toros, lugar construido de tubos (usados en las petroleras tanto de la zona de Maracaibo como de Oriente) y tablas de madera como asientos; en fin, donde pertenezco a la asociación de escritores”.

CLUB DE LEONES

SECCIONAL PUERTO CABELLO

“En el año 1962 me inicié en el Club de Leones gracias a mi amigo Pablo Valero, gerente del Banco Unión ubicado frente a la Plaza Concordia, en ese entonces formaban parte grandes compañeros leones: Epaminonda Tallaferro, Alberto Pernalete, Jesús ‘Chuíto’ Díaz Noriega, Luís A. Vargas, Manuel Latouche Acosta, Carlos Felipe Alvizu, José R. López Gómez, Pedro Antonio Castro, Neptalí Sánchez Moreno, Miguel Elías Dao, Pedro Adrián ‘Potoño’ Carrasquero, José A. Sabatino F., Manuel ‘Manolete’ Rodríguez, Hugo Núñez Cooper, Pedro Bravo, Luís A. ‘Pechuga’ Rojas, Eleazar Zambrano, Jesús Ramírez, Frank Estrada, entre otros”.

“Éramos un grupo selecto enfocados en satisfacer las necesidades de la comunidad, el Club no tenía sede fija y las reuniones se efectuaban en las casas de los compañeros, otras en la escuela José Ramón Pelayo o en la Logia Masónica, también en el Club Los Rivales, Colegio de Médicos, Cervecería Caracas, y en el club Guaicamacuto se realizaba la cena mensual. Formé parte del Club hasta el año 2000, durante 40 años ocupé todos los cargos en el país incluyendo el de Gobernador de la Zona Central”.

“La familia leonista nos reuníamos para celebrar épocas memorables y disfrutar los fines de semana socialmente, en el Rincón del Pirata tuve un ranchito vacacional con techo de pajas y bambú igual que el de Alberto Pernalete, donde guindábamos hamacas para pernoctar acompañado de las olas y la brisa marina; una vez celebramos un paseo de 35 compañeros y ese día nuestro amigo José A. Sabatino se desmayó y lo llevamos de emergencia al Seguro Social, fue un ACV, falleciendo lamentablemente a los dos días, su esposa doña Teresita estaba recién parida de su último hijo José Alfredo ‘Pepe’ y lo recibimos Yolanda y yo en nuestra casa por unos días brindándole cobijo, afecto y cuido integral, en espera de la recuperación de su madre”.

VALENCIA EN AGUA DE ROSAS

“Me casé en segundas nupcias en el año 1979 con Milagros Chávez, oriunda de Cagua, tuvimos dos hijos: Pedro Manuel y Pedro Aníbal. Después del divorcio en 1977, me quedé viviendo un par de años más en la ciudad costeña. En conjunto con el sr. Vera consolidamos la Farmacia Villa Vera ubicada al final de la ave. Lara en Valencia y en 1996 se la vendí a mi socio. En los años ‘90 trabajé como Coordinador del programa de salud en la Alcaldía de San Diego (Fundasandi) con el alcalde Ruiz, en conjunto con un grupo de médicos que laboraban en la Medicatura Rural y en la Maternidad San Diego comprábamos las medicinas y de esa manera se atendía gran parte de la población, se llevaban a cabo programas de prevención y muchos niños nacieron en ese centro asistencial”.

La unión de la familia, Pedro Villasmil junto a sus hijos

“Al concluir mi trabajo en la fundación me incorporé a trabajar en la clínica IEQ/Valencia (año 2000) incorporé profesionalmente dos farmacias, una para el público y otra hospitalaria hasta el 2013. Desde hace 5 años vivo en USA pero sigo extrañando mis raíces”.

ODA DE UN FARMACEUTA

“Ser farmaceuta es una profesión que implica confianza, asesoría al público sobre los medicamentos y efectos secundarios, tener una visión clara del organismo y las enfermedades, sensibilidad social, respeto y empatía. Muchas veces el farmaceuta es el confesor de los achaques o padecimientos del otro, es la copa donde se sumergen las lágrimas del que sufre y la mano amiga del que ríe. En los años 50 o 60 hacíamos medicinas artesanales con elixir paregórico o tintura de opio alcanforado, la farmacia galénica estaba de moda y muchos médicos en sus récipes indicaban fórmulas en lugar de las medicinas patentadas, uno de ellos era el estimado y recordado Dr. Carlos Páez Maya. Debo resaltar que en ese entonces la clientela optaba por consultar las patologías con el boticario para que éste le recetara”.

MÉTODO ARTESANAL DE UN BOTICARIO

Puerto Cabello contaba con Boticas por doquier, la recordada Farmacia Principal del sr. Bermúdez donde también laboraba el sr. Ladera; la Farmacia Alemana; la Farmacia La Pastora del sr. Rodríguez, entre otras.

El regente graduado preparaba las tomas en frascos esterilizados, algunos de color negro, marrón oscuro o transparentes, el costo era económico.

El jarabe de cebolla morada como el expectorante Lamedor o el jarabe Scott se recetaba para la tos perruna o el fuerte catarro; la valeriana como las gotas del Carmen se indicaban para el Sistema Nervioso; la Emulsión Scott era un suplemento vitamínico así como el preparado de un litro con calcio, bacalao y iodo tánico para el sistema inmune y metabolismo corporal; el anís estrellado para las indigestiones y el bicarbonato para la acidez estomacal; para expulsar las lombrices se indicaba el aceite de Castor o ricino; de las Antillas llegaba el alcoholado Pingüino infalible para los dolores de cabeza y como relajante disponible para la planta de los pies; el mentol chino caliente se untaba en los golondrinos; para el mal de ojo se vendía la peonía y el azabache, muchas veces el cliente visitaba a los curanderos informales para hacer los rezos; el agua de rosas era antiinflamatorio y antibacteriano; para el dolor de oído unas gotas de leche materna recién extraída del seno de la madre; para la abundante menstruación quedaba prohibido el lavado de cabello y el sereno, así como ducharse; para el hipo en los niños impelable el hilito rojo o algodón mojado con la saliva de la madre colocado en la frente del bebé; para las paperas o parotiditis, las hojas de clemón con mentol o palo santo amarradas alrededor de la cabeza; para los cadillos untar el azul de metileno; para los raspones el mercuriocromo; para la miasis la esencia de anís; para la malaria la quinina; para las enfermedades venéreas la mano de Bartolo Villanueva (hermano del Dr. Guzmán Llovet) quien con su jeep ejercía un control sanitario sobre las llamadas prostitutas, llevándolas a la Sanidad para colocarles ampolletas de penicilina previniendo la gonorrea y la sífiis; para la tuberculosis se recetaba isoniazida; y el aceite de palo para sacar el frío de las heridas, las malas energías y alejar los malos espíritus.

En fin, cada familia traía consigo su propia creencia en un pomo de experiencias y conocimientos usando su propia magia para prevenir y curar, sin dejar de escuchar al boticario.

Eternamente Puerto Cabello en el corazón de don Pedro Villasmil

Una vez leí “NO EXISTEN ENFERMEDADES SINO ENFERMOS” porque la tríada mente-cuerpo-espíritu es la responsable finalmente de facilitarle al “enfermo” la posibilidad de encontrarse con la etiología de su enfermedad dándole solución en el proceso de iluminar al paciente y sanar.

Nuestro entrevistado, don Pedro Villasmil, se convirtió en hijo adoptivo de Puerto Cabello, hijo del universo y de la tierra de los guerreros que con su ejemplo coadyuvaron en la libertad de las cadenas del yugo español.

Hombre con 10 nietos y 2 bisnietos, de savia naturaleza, con ramita de romero y ruda en las manos, olor a lavanda, pino silvestre y jazmines, que nos ha permitido entender la fitoterapia, la farmacología y las bonanzas de la ecología para confrontar las dificultades del ser humano purificando los pensamientos y animando la trascendencia del alma en la consolidación de vivir dignificando el amor por la familia y los amigos.

No hay cura posible si antes no sanas el corazón algo que sólo se logra con el amor.

Sepa porteño…

Marbella Díaz Wever

Licda. Educación/Orientadora

Locutora UCV – Articulista Opinión

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