Soledad Morillo Belloso
Caracas, 18 de diciembre, 2022
Estoy segura que ya estás preparándote para ver el partido final. Aunque mi equipo es Argentina, quiero que gane Francia. Por ti.
Encontré un montón de fotos de cuando fuimos a París. Dejamos las suelas de los zapatos caminando por avenidas y calles. Fuimos a ver donde viviste y yo te enseñé la pequeña calle donde yo viví.
París estaba en nuestros sueños. Pero no el París suntuoso y elegante. No. El París que solo se ve con la mirada del amor. El de las sorpresas sencillas a cada paso.
El último día compramos unos quesos, paté y un par de baguettes. Apagamos las luces del pequeño apartamento en la Kleber que nos hospedaba. Encendimos unas velas y escuchamos canciones de Charles Aznavour. Luego salimos a asomarnos en Trocadero, a ver la Tour Eiffel. E hicimos lo que habíamos prometido hacer doquiera que fuéramos: besarnos.
Hay cientos de besos nuestros en las esquinas de muchos lugares. Besarse es importante. Lo entendimos desde que nos besamos por primera vez hace 21 años. Besar es contagiarse de lo mejor que Dios nos dio: la capacidad de querer.
Dios te quitó la vida antes que a mí. No sé por qué o para qué. Estoy en silencio. Soñando contigo, con los besos que nos dimos y con los que quedaron pendientes.