Marbella Díaz Wever
“¡Miren! Los estoy enviando como ovejas en medio de lobos; por lo tanto, demuestren ser cautelosos como serpientes, y, sin embargo, inocentes como palomas”. (Mateo, 10: 16).
Es incómodo ser rechazado y hostigado por la sociedad y los grupos sociales, pero mucho más haber nacido y crecido en una familia que te señala y te condena con el dedo acusador, etiquetándote como “la oveja negra”, “el negreado”, de los errores y defectos del clan.
El Síndrome de la Oveja Negra es un asedio familiar hacia un miembro consanguíneo, siendo vejado por los suyos con comentarios malsanos y otras veces siendo el desprestigio de la estirpe.
La oveja negra es aquel individuo donde se lanzan los improperios de la familia mientras el resto del grupo queda absuelto como “Poncio Pilato”.
Este síndrome genera un prurito familiar en un cónclave ya tóxico, con lingüística perversa que va más allá de la crueldad psicológica y verbal entre parejas, hijos y hermanos, en fin, un caudillo con indicios de “rayao” intergeneracional.
La presencia indeseable de una oveja negra en la familia, a veces, se convierte en herencia ancestral, llamado también en el léxico de los bajos fondos, “chivo expiatorio”.
Sociológicamente hablando, en el árbol familiar donde hay una oveja negra los cimientos del contexto son propios de marginalidad y estigmatización vergonzosa.
Es muy habitual encontrar una oveja negra en cada generación como condecoración de las lealtades familiares.
La oveja negra es el trasto de basura, el pipote donde se arroja el desprestigio, la exclusión de los eventos familiares así como de la toma de decisiones, los defectos y los males transgeneracionales.
El trato o consideración hacia la oveja negra es humillante, sarcástico y vejatorio; el resto de la familia también mete el dedo en la llaga y funge como hostigadores producto de una psicopatía camuflajeada.
Las siguientes generaciones actuarán de la misma manera, asignando inconscientemente una oveja negra como “sucesión ancestral”. La familia requiere de un miembro que modele a la oveja negra para ellos tener a quien enlodar y, alguien de quien hablar de manera sarcástica con diálogos yuxtapuestos.
Una de las formas para que este maltrato pierda virulencia, es que los descendientes no permitan contagiarse con esta patología, sanando las heridas del pasado, limpiando y purificando el resentimiento, la lástima y la ignorancia que ha generado tanta indigestión familiar.
La oveja negra no nace se hace, sin embargo puede heredarse como regalo familiar indeseado e inconsciente. Una barajita repetida que a veces se gana por ser sobresaliente al resto. La carga de los iones es sorteada por el grupo familiar.
Creadores, hacedores y estigmatizadores de ovejas negras, la lana es blanca.
Y, las ovejas negras, que no tienen ni un solo pelo blanco, protegen el rebaño de las enfermedades y de las tormentas.
Así pues, reza una frase: “Alégrate de ser la OVEJA NEGRA de la familia. No cualquiera tiene el valor de cambiar la historia”.
“Y la oveja negra encontró otra oveja negra con la que consiguió ser la envidia de todas las ovejas blancas”.